sábado, 7 de abril de 2012

El condicionamiento social de la estructura psíquica. La misión y el método de una psicología social analítica (1937) Espiritu y Sociedad. Erich Fromm.


 El condicionamiento social de la estructura psíquica. La misión y el método de una psicología social analítica (1937) Espiritu y Sociedad. Erich Fromm. 


1. El extravío del psicoanálisis ortodoxo al explicar los fenómenos sociales.

A) Los Principios Explicativos en Freud
            La psicología social se orienta en dos sentidos. Hasta qué punto la estructura psíquica del hombre está determinada por factores sociales y hasta qué punto esta misma estructura psíquica obra como factor influyente y transformador en el proceso social. Observemos uno u otro aspecto: sólo se trata de saber cuál de ellos se encuentra por el momento en el centro de nuestro interés.
            No hay ninguna diferencia de principio entre la psicología social y la psicología individual. La sociedad determina la forma de vida del individuo. Pero, por otro lado, la sociedad no es nada aparte de los individuos.
            "Es verdad que la psicología individual se ciñe al ser humano singular y estudia los caminos por los cuales busca alcanzar la satisfacción de sus mociones pulsionales. Pero sólo rara vez, bajo determinadas condiciones de excepción, puede prescindir de los vínculos de este individuo con otros. En la vida anímica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo, y por eso desde el comienzo mismo la psicología individual es simultáneamente psicología social en este sentido, más lato, pero enteramente legítimo" (Freud, 1921)
            El principio del método analítico es comprender la estructura instintiva por la suerte, es decir, por factores externos que influyen sobre el hombre.
            El hombre empujado por el afán de satisfacer sus necesidades y en especial sus necesidades sexuales, tiene que enfrentarse con el mundo circundante, que se le opone en parte como medio de satisfacción y, en parte, como estorbo a la satisfacción. En ese proceso de enfrentamiento con el mundo exterior se producen determinados impulsos y temores, determinadas actitudes amistosas y hostiles ante el mundo exterior o, dicho de otra manera, determinado tipo de relación de objeto.
            Freud cree que el mundo exterior influye sobre la sexualidad y la modifica en forma muy determinada, y que particulares formas de sexualidad tienen como consecuencia directa determinados impulsos psíquicos. Este principio explicativo supone la teoría freudiana de la libido. En esta teoría se parte de que la sexualidad atraviesa diversas fases evolutivas: oral, anal, fálica y genital, orientadas cada una a zonas erógenas. Además, se muestran determinados instintos sexuales parciales, como el sadismo, el masoquismo, el voyeurismo y el exhibicionismo, más o menos asociados a estas zonas erógenas. En virtud de realidades biológicas determinadas, atraviesa todas estas fases, independientemente de las condiciones que imponga el mundo exterior, hasta que finalmente la sexualidad genital madura llega a ser el instinto predominante. Pero si el mundo exterior, por rechazo o por mimo, influye en las diversas fases de la sexualidad, se producen fijaciones a estas fases en una u otra forma. En contraste con el desarrollo normal, estas fases conservan una fuerza desusada y originan la evolución de importantes impulsos psíquicos, ya por vía de la sublimación, ya mediante una formación reactiva. De este modo explica Freud la existencia de tan importantes instintos o rasgos de carácter como la codicia, el carácter ahorrativo, la terquedad, el orden. Todos relacionados con la evacuación y con la habituación a la limpieza.

            La diferencia entre ambos principios explicativos está clara. En un caso, un fenómeno psíquico se entiende como reacción del hombre al medio que se comporta de un modo u otro frente a la satisfacción de sus necesidades. En el otro caso, el fenómeno psíquico se explica directamente por la sexualidad: no es una reacción al medio, sino una manifestación de la sexualidad modificada por el medio.

b) La idea burguesa que Freud tenía del hombre y su desinterés por el carácter de la sociedad
            Si Freud no se interesaba por las diferencias individuales de sus pacientes, sino que pensaba en lo rasgos psíquicos comunes a todos ellos, abandonaba en realidad el principio explicativo histórico, es decir, social, para ver en esto rasgos comunes" la naturaleza del hombre", tal como está constituida fisiológica y anatómicamente. En otras palabras, para Freud no merecía la pena analizar la estructura de carácter tal como es, característica de una sociedad de hombres normales, y tal como él la observaba. Antes bien, el carácter burgués era para él en lo esencial idéntico a la naturaleza humana. Supone que este hombre enajenado, según él lo encuentra en nuestra sociedad, es consecuencia necesaria de la naturaleza humana.
            En ese sentido, Freud incluso da un paso más con su teoría del instinto de muerte. Si, como el mismo reconoce con gran sorpresa suya, pasó más o menos por alto el papel de la agresividad no sexual en la vida interior humana, la ve ya en todo su alcance. Pero no busca sus condiciones sociales, sino que supone que respecto de su cantidad puede desprenderse biológicamente, es decir, del instinto de muerte, y que el hombre tiene sólo la alternativa de mezclar con los instintos eróticos estas tendencias a la muerte, dirigiéndolas destructivamente hacia afuera, o masoquistamente contra sí mismo.
            De forma más precisa Freud identifica los rasgos básicos del carácter burgués con la naturaleza del hombre, mientras que atribuye determinados influjos modificantes a la biológica estructura instintiva de la cultura. Lo cual nos lleva a entrar en las ideas de Freud sobre la relación de la cultura con la estructura instintiva.
            Esquemáticamente podría resumirse así: la evolución cultural significa creciente represión de los instintos. Las conquistas culturales son sublimación de los instintos, únicamente posibles mediante la represión de los deseos instintivos. La capacidad de sublimar es un don que rara vez se encuentra entre los hombres, pero el fracaso de la sublimación conduce a la neurosis.

            c) Crítica del reduccionismo sexual al que Freud somete las aspiraciones psíquicas del individuo y de la sociedad
            La consideración de Freud de que los rasgos básicos de la estructura psíquica del burgués han sido siempre característicos de la naturaleza del hombre es un prejuicio que tiene en común con muchos psicólogos burgueses, antropólogos y filósofos de su época. Al suponer que gran número de los instintos y de los rasgos de carácter más importantes tienen que ver directamente con la sexualidad y con sus diversos fenómenos, la misma idea de que existe una "naturaleza humana" se convierte en supuesto de esta parte de la teoría de la libido. Al mismo tiempo, la base de su teoría de la libido está constituida por otra idea, a saber, la idea del materialismo burgués, que explica los fenómenos psíquicos y espirituales como consecuencia directa de fenómenos físicos. En su teoría del instinto de muerte, atribuye la agresividad y fenómenos como el sadismo y el masoquismo a hechos biológicos reales, de modo que esta forma de pensar se coloca en un primer plano de forma más clara.
            En cuanto a la psicología del individuo, la consecuencia fue que Freud se inclinaba a desconocer gran número de fenómenos psíquicos que ni siquiera especulativamente pudiesen atribuirse a zonas erógenas e instintos parciales.
En cuanto a la comprensión psicológica de los fenómenos sociales, las consecuencias fueron peores aún. Partiendo de que la naturaleza del hombre es en principio permanente, debido a condiciones biológicas reales, Freud no puede llegar a una interpretación psicológica de fenómenos sociales e históricos. Su manera de considerar la naturaleza del hombre se convirtió en un modelo con el que explicaba los fenómenos sociales. Cuando se estudiaban formas sociales ajenas a la cultura burguesa se hacían simples analogías y se trataba de mostrar que hay semejanzas entre la conducta de las personas en una sociedad y los síntomas de individuos neuróticos.
            Si los impulsos psíquicos y toda la estructura del carácter de un hombre están determinados por la forma peculiar de la experiencia individual, los rasgos comunes de una sociedad o de una clase es decir, la estructura de carácter típica de estos hombres, está determinada por las experiencias comunes de este grupo, o sea por su forma de vida, que en último término le viene impuesta por una base decisiva: el modo de producción, con sus correspondientes fuerzas productivas y la consiguiente estructura social.

2. La importancia de la psicología social para revisar aspectos de la teoría psicoanalítica.
            Para analizar la estructura instintiva, Freud creó un método por el que se estudiaban detalladamente las experiencias sufridas en la vida individual. La aplicación del nuevo principio al análisis del carácter de un grupo social exige un conocimiento exhaustivo de toda la vida de ese grupo. Esto último supone el análisis de las condiciones económicas y sociales fundamentales de esa vida. Comprender la vida del grupo, en el sentido en que empleamos la expresión, significa analizar la dinámica de la estructura social.
            Pero la aplicación consecuente de este método lleva a ciertas desviaciones de la teoría freudiana, y precisamente en los puntos donde debieron de fracasar Freud y unos cuantos analistas más al tratar de hacer un análisis psicológico de fenómenos sociales. Los problemas más importantes en los que debe haber esta desviación de la tarea freudiana son: a) el supuesto de que el carácter burgués representa en lo esencial lo rasgos básicos de la naturaleza humana; b) la estimación del papel de la familia; y c) la teoría de la libido.

            a) La revisión del complejo de Edipo, del narcisismo primario y de la psicología de la mujer
            1. El mecanismo al que Freud atribuyó la mayor importancia es el complejo de Edipo. Éste encierra una doble tesis: primero el niño es atraído sexualmente por la madre y segundo ve al padre como rival y lo odia a causa de sus celos pero por miedo a él reprime tanto sus deseos sexuales como su hostilidad hacia el padre, se le somete o se identifica con él mediante la formación del superyó. Freud le da una importancia elevada a este fenómeno del complejo de Edipo y cree que es un fenómeno universal humano y que la formación del superyó ocurrió una vez en la historia primitiva de la humanidad, habiendo llegado a formar parte de la naturaleza humana como una dote fija heredada.
            No se entrará en detalle en que el complejo de Edipo no es un complejo universal ni tampoco se examina la cuestión de si la sociedad burguesa representa un papel tan general e importante como el que Freud le atribuyó.
            Por lo que se refiere a que el niño dirija sus deseos sexuales al progenitor del sexo opuesto existen hechos socialmente condicionados que explican la intensidad estos deseos: primero, es la prohibición de actividad sexual al niño. Por otro lado también en la sociedad burguesa, la familia es el único círculo donde hay relaciones estrechas e íntimas. Otra circunstancia muy importante para qué en los niños nazcan y se refuercen deseos incestuosos, y que curiosamente Freud apenas subrayó, está en la conducta de los padres. Ahora bien, el que los padres desarrollen deseos sexuales en relación a sus hijos se debe una vez más a la situación social, particularmente, a la relativa insatisfacción sexual de la mayoría de las personas, característica de la sociedad burguesa.
            Si de este modo, los deseos sexuales de los niños en relación con sus padres hallan en gran parte su explicación en la estructura específica de la familia burguesa, también se debe a esta misma estructura la otra cara del complejo de Edipo, la actitud de rivalizar con el otro progenitor. A la estructura de la familia burguesa se debe otro factor mucho más significativo para que surja esta hostilidad. La situación del niño es de sometimiento a la autoridad los padres y especialmente la del padre. El niño no tiene ningún derecho garantizado por la sociedad frente a sus padres, la gran mayoría de los casos la actitud los padres no es en absoluto de benevolencia incondicional y profunda amabilidad. El niño es objeto de dominio y, para la gran mayoría de las personas, incluso el único. Los padres esperan de él satisfacciones, ya sean toscamente económicas, o sentimentalmente psíquicas. La voluntad propia y la independencia del niño se quebrantan de manera más o menos tosca desde sus primeros años y se reprime su libertad y su individualidad.
            Esta relación entre padres e hijos queda reforzada por varias circunstancias que tienen sus raíces en toda la estructura social. La impotencia y el desamparo del hombre en la sociedad burguesa, producen la teoría de la libido en la que junto a la tendencia masoquista a someterse a otros, representa un papel decisivo la sádica de convertirse en objetos indefensos del propio dominio a los débiles y desamparados. En ese sentido, el hijo es el objeto más importante de las tendencias sádicas.
            Una sociedad basada en el principio de la competencia individual produce una actitud de rivalidad permanente con los demás, una rivalidad que bien pronto se inculca el niño, y sobre la base de esta actitud surge un constante medirse hostilmente con todo el que pueda representar el papel de rival, sean el padre o los hermanos. El principio Homo Homini Lupus es fundamental a toda convivencia humana.
            2. La idea freudiana del hombre comprende también el de que el hombre es primariamente narcisista. Freud parte de que, de forma natural, el hombre sólo se ama a si mismo, sólo piensa en sí mismo, y todas las relaciones con objetos, especialmente el sentimiento de amor y de solidaridad con otros, son actitudes secundarias fundadas sobre esta base, que fácilmente vuelven a desaparecer para dejar sitio a la fundamental actitud narcisista.
            Freud en su concepto del narcisismo confunde dos cosas: el amor a la propia persona y la falta de capacidad de relación con los semejantes. Supone una reciprocidad según la cual, cuanto más amor haya por otros, menos habrá para la propia persona y viceversa. En cambio, lo que vemos realmente es que la capacidad de amar a otros y la de amarse a si mismo tienen un origen común y corren paralelas y que, cuando esta capacidad de impedida, no hay amabilidad auténtica hacia otros ni hacia la propia persona. Sin embargo, Freud, en su concepto del narcisismo, ha dado en uno de los rasgos más profundos y esenciales del hombre burgués: su aislamiento, su cerrazón, su carácter monádico. En tal sentido, sólo nos importa señalar que el carácter narcisista fundamental del hombre, según lo ve Freud como cualidad natural, es realmente una cualidad históricamente condicionada del hombre burgués.
            3. Sobre la psicología de la mujer. Que la mujer se sienta inferior y a menudo prefiera ser hombre es consecuencia natural y necesaria de su posición social. Realmente, depende del hombre, apenas empieza conquistar su independencia económica y política, se le impide desarrollar sus energías y capacidades humanas y se le ha reducido a desplegar su actividad en el círculo familiar y a desarrollarse sólo en el plano de los sentimientos. Freud, al suponer que la mujer es inferior al varón por motivos anatómicos y en consecuencia tiene celos de él, no hizo en realidad sino añadir otra justificación de su posición social que ya eran innumerables.

B) La revisión del papel de la familia
            Freud mostró, y ese fue uno de sus descubrimientos más fecundos y significativos, que las vivencias del niño durante sus primeros años tienen una importancia decisiva para la conformación de toda su estructura instintiva y de carácter. Hay una contradicción aparente entre la tesis de que los primeros años son decisivos para el desarrollo del carácter del niño y la de que la evolución del carácter del hombre está determinada por la vida social, y el hecho de que el niño casi no entre en contacto con ella. La solución de esta contradicción aparente está en el papel de la familia. La misma familia es un producto de toda la estructura social y transmite al niño los rasgos más importantes de la vida social.
            Es acertado decir que la estructura psíquica del adulto está determinada por su pasado, por sus vivencias infantiles, y también es acertado formularlo a la inversa: el pasado está determinado por el futuro, a saber, por el papel futuro del individuo, tal como está condicionado por su posición dentro de la sociedad. Lo que el niño siente en la familia refleja la vida social; y la familia no es la causa de la formación del carácter, sino el mecanismo transmisor de los rasgos sociales al individuo. Dicho de otro modo, la familia es la instancia psicológica de la sociedad.

c) La revisión de la teoría de los instintos en virtud de una idea diferente del hombre
Freud aplica juntos y revueltos dos métodos de interpretación. Uno es la comprensión de los impulsos psíquicos, los temores, las actitudes y los rasgos de carácter de ellos derivados como reacción del individuo a una situación ambiental determinada con la que tropieza en el proceso de satisfacción de sus necesidades. Según el otro método de interpretación los impulsos psíquicos y los rasgos de carácter importantes deben entenderse solamente con un agregado más de las mismas necesidades sexuales, que en cierto modo se modifican por influjos del mundo exterior, pero en sus rasgos básicos son de origen fisiológico. Creemos que el primer método de Freud debe continuarse consecuentemente haciendo de él el principio explicativo general de todo los impulsos psíquicos y actitudes, con excepción de los impulsos, naturalmente, que, como la sexualidad, el hambre, la sed, etc., no necesitan interpretación psicológica sino de explicación fisiológica. Pero nos parece insostenible suponer que impulsos como el carácter ahorrativo, la ambición, el orden, etc., pueden entenderse como resultado directo de afanes sexuales, dicho de forma más precisa, de la libido pregenital.
La cuestión de qué papel representa el éxito terapéutico del análisis como prueba de la justeza de la teoría es muy complicada. Por un lado, no hay duda de que, en sí, un éxito terapéutico no demuestra nada en cuanto a la exactitud de la teoría. Si con una interpretación teóricamente errónea se consigue un éxito terapéutico, tal interpretación representa el mismo papel que cualquier otro método de sugestión: “se dice al paciente que éste y aquélla es la causa de su síntoma” y, después de haberla encontrado, el síntoma tiene que desaparecer. Pero, por otro lado, el comprender que si el éxito terapéutico no dice nada sobre la exactitud de una teoría no debe llevarnos a cortar la relación entre ambas cosas ya no preguntarnos si una interpretación sirve o no. El éxito terapéutico de ninguna manera demuestra el acierto de la teoría, pero la falta de éxito terapéutico al menos, el llamar la atención al analista, en cada interpretación, sobre su justeza teórica, y sirve llevarlo a revisar su teoría.
En lo relativo teoría de los impulsos psíquicos como derivaciones directas de la sexualidad genital, Freud era un teórico de los instintos y, como tal, sus fines y sus consideraciones teóricas lo llevaron a aquel lugar donde entendía lo psíquico como producto directo de un instinto. Ciertamente, su teoría de la libido, a pesar de ser aparentemente primitiva, representa un progreso enorme teoría de los instintos. Mientras que estas, esencialmente objetivaba la conducta y suponían un instinto innato tras cada comportamiento importante, Freud vio la estructuración del aparato psíquico, descubrió que las fuerzas impulsivas son inconscientes y reconoció los mecanismos por los cuales las fuerzas inconscientes se imponen en la conciencia o en la conducta.
Las teorías de los instintos tienden a basar la psicología del hombre en la psicología animal, pasando por alto que, si el hombre se ha creado una segunda naturaleza con sus herramientas, así también, en lo psicológico, ha surgido en él una segunda naturaleza, precisamente los impulsos psíquicos y la actitud, que son específicos del hombre y no son ni instintos innatos de base física, ni directas derivaciones suyas.
En lo social y lo económico, la diferencia entre la existencia humana y la existencia animal se manifiesta sobre todo en que el hombre produce, y el animal no. Por producir entendemos la transformación activa del medio natural, en tanto es algo más que la mera recolección y que la creación de cosas nuevas sólo combinando elementos anteriores. En este sentido, el símbolo del producir son el fuego y las herramientas. Si hemos de señalar en algún lugar él punto entre la existencia humana y la existencia animal donde la cantidad se convierte en cualidad, hemos de fijar en el momento en que el hombre enciende fuego por primera vez y se sirve de herramientas. La adaptación del animal a su medio es, en lo esencial, puramente pasiva, y la del hombre al mismo tiempo es pasiva y activa. El hombre transforma activamente sus condiciones ambientales, transformándose él mismo en este proceso, pero ya no en lo anatómico y fisiológico, sino en lo psíquico, en primer lugar. Su relación con la naturaleza se encuentra en cambio permanente. Lo cual quiere decir que el hombre tiene historia mientras que el animal es a-histórico.
El hombre en lo fundamental no tiene fijado hereditariamente su enfrentamiento con la naturaleza. Su adaptación al medio no se produce en lapsos biológicos, sino históricos, y en este proceso de adaptación transforma tanto el medio como a sí mismo, esto le dio la posibilidad de tener historia y cultura.
El hombre, como el animal, en unos cuantos instintos fundados en su organismo físico como el hambre, la sede y la sexualidad. Estos instintos fisiológicos son los que impulsan al hombre a vivir, es decir, a enfrentarse con el medio humano y extra humano para satisfacer sus necesidades. La satisfacción de todas las necesidades de conservación de la vida exige que el hombre entre en relación social con otros. Las necesidades fisiológicas de todos los hombres son las mismas, y mientras que estas son producto directo del organismo físico, los impulsos psíquicos aparecen como reacción del hombre a las condiciones determinadas en que puede satisfacer las necesidades fisiológicas. Así, llegamos a distinguir en la estructura psíquica dos elementos: los instintos fisiológicos de origen natural y los históricos impulsos psíquicos que se desarrollan en el proceso social. Son estos los que constituyen el objeto de la psicología específicamente humana.
En lo psicológico, los hombres no se distinguen por tener hambre, sed y necesidades sexuales, sino por la peculiaridad de su estructura mental, según se ha desarrollado como producto histórico. Los elementos más importantes de la estructura psíquica son la actitud del hombre hacia otros hombres o hacia sí mismo o, la relación fundamental humana y los impulsos y temores que se derivan de esta actitud.

3. La diferencia con la teoría psicoanalítica ilustrada en el carácter anal
a) Hay algo más que instintos sexuales
Del mismo modo que Freud, partimos de que el hombre es impulsado primariamente por ciertas necesidades de raíz fisiológica y, entendemos que los impulsos psíquicos son una reacción a la conducta del medio en la satisfacción de sus impulsos. Las necesidades sexuales no tienen el papel predominante que Freud les atribuye entre todas las necesidades que impulsan al hombre. A las necesidades sexuales se suman las necesidades de la propia conservación, en el curso de la evolución histórica se añaden a esta necesidades otras nuevas en partes psíquicas, históricas en el sentido antes citado, como el impulso sadomasoquista o el de ahorrar, etc., cuya fortuna en el enfrentamiento con otros hombres puede provocar por su parte nuevas reacciones y finalmente a las necesidades fisiológicas de conservación de la vida se unen otras necesidades sociales, como la de una alimentación más refinada y variada, de vivienda, etc., y todo el amplio radio de las necesidades de los nuevos bienes creados por la evolución histórica. No es la fisiología, sino la vida, de la cual forman parte como elementos las necesidades fisiológicas lo que constituye la base material para poder comprender la estructura psíquica del hombre.

b) La descripción y explicación freudiana del carácter anal
Dice Freud en “carácter y erotismo anal” (1908): "entre las personas a quien uno procura prestar auxilio mediante el empeño psicoanalítico, harto a menudo tropieza con un tipo singularizado por la conjunción de determinadas cualidades de carácter, al par que nos llama la atención, en la infancia estas personas, el comportamiento de una cierta función corporal y de los órganos que en ella participan". Las cualidades de carácter cuya frecuente conjunción comprobó Freud eran el orden, el carácter ahorrativo y la terquedad. La función corporal cuyo comportamiento en la infancia le llamó la atención era la evacuación.
La observación clínica que hizo Freud sobre la función intestinal fue que a las personas en quienes se halló este síndrome de carácter obtenía una ganancia colateral de placer el hecho de negarse a vaciar el intestino cuando los ponía en la bacinilla. El observar la presencia simultánea de aquella tríada de cualidades y la peculiaridad en el historial de la habituación al aseo estas personas llevó a Freud a la conclusión teórica de que ambos hechos se hallan en relación causal y concluyó que en la niñez tuvo mucha importancia la zona anal. Para hacer comprender este supuesto teórico Freud recurre a la exposición que hacía en tres ensayos de una teoría sexual donde quiso mostrar que de las llamadas zonas erógenas parten excitaciones que el compendió en excitación sexual. Mientras que originariamente ocurre en forma directa y física una satisfacción de los estímulos que se producen en estos lugares del cuerpo, una parte importante de aquellas excitaciones sexuales se desvían de su objetivo sexual en el curso del desarrollo y se sublima. Resume en la frase siguiente sus ideas sobre los instintos en que se basa la formación del carácter: "los rasgos de carácter que permanecen son continuaciones inalteradas de las funciones originarias, sublimaciones de ellas, o bien formaciones reactivas contra ellas".

c)  La descripción del carácter anal por su relación con el medio
Al estudiar la relación fundamental humana de las personas que muestran el síndrome del carácter anal resulta en esbozo esquemático aproximadamente el siguiente cuadro: se trata de personas que en la primera infancia sienten el mundo como hostil, amenazador y poderoso. No están abiertas al mundo, sino que están cerradas y aisladas. Su estrategia en la lucha por la vida se basará necesariamente en reforzar y fortificar dicha postura aislada, querrá todo lo que sirva para reforzar la posición y tener como peligro, y con razón, todo lo que pueda comprometer o suprimir su aislamiento.
A diferencia de tipos de carácter como el oral que siempre espera recibir algo del mundo, el sádico, que quiere explotar a otras personas, quitarles algo, el carácter anal ha progresado más a la retirada y al aislamiento del medio. No tiene esperanza de un mundo amable que quiera regalarle algo y se siente también demasiado débil para explotar a otros y quitarles algo. Y por tanto, si no espera recibir nada de otros, y tiene también un sentimiento tan profundo de su incapacidad de producir por sí mismo sólo le queda un camino para asegurarse en el mundo de tener un máximo de bienes: el no gastar nada, sino almacenar en su sistema todo lo que una vez haya entrado.
El impulso de ahorrar, significa algo emotivo, instintivo. No significa la conducta racional que han hecho necesaria las circunstancias externas, sino que es una impulsión emotiva, irracional, que hace del ahorro una necesidad también interna, independientemente de que lo exija o no las circunstancias. En el caso extremo los ricos que se niegan todo disfrute y menos extremos las tendencias a coleccionar todo.
La terquedad y el orden nacen de la misma actitud fundamental ante el mundo de la que brota el carácter ahorrativo en sus aspectos irracionales. La terquedad es la tendencia a salirse con la suya sobre la base de que el mundo es hostil y de que se es débil para conquistarlo o para mantenerse frente a el. La terquedad quiere defender contra un mundo poderoso el aislado sistema del yo constantemente amenazado, y lo defiende subrayando o exagerando toda peculiaridad del yo. El terco atiende solamente a que nada desde afuera allane su sistema.
El orden también tiene aspectos irracionales, cuando sobrepasa la medida necesaria y tiene carácter instintivo, está muy emparentado con la terquedad. Cualquier desorden significa un peligro de atropello, el orden trata de evitar en forma mecanicista este peligro mediante una constante delimitación y dominio del medio externo. Dentro del concepto general del orden se incluye también la limpieza irracional o la compulsión a lavarse. Este rasgo se entiende como una formación reactiva al placer que todavía se siente inconscientemente al jugar con los excrementos. Cuando se siente el mundo como hostil se siente peligroso todo contacto con el medio y cuanto más fuerte es este temor, tanto más fuerte será también la tendencia a rechazar el contacto con el medio. También puede ser que se consideran prohibidas ciertas cosas y por tanto se crea peligroso tocarlas. Con el lavado, se elimina simbólicamente, de manera sólo subjetiva, real para lo inconsciente, el peligroso contacto habido con el medio.
Abraham y otros autores han añadido varios rasgos al síndrome descubierto por Freud propios del carácter anal. Entre ellos, se cuenta sobre todo su sadismo. Sadismo es el instinto de hacer de otra persona o de cualquier criatura un instrumento indefenso del propio poder, la forma especial del sadismo de obligar a otros a soportar torturas físicas es sólo una manifestación extrema de esta tendencia, pues no hay mayor poder sobre otro que torturarlo, obligarlo sufrir y a manifestar su dolor. El sadismo está asociado siempre al masoquismo, también el masoquismo debe entenderse como una forma determinada de relación de objeto, la tendencia masoquista lleva a someterse y a disolver el propio yo individual en un poder exterior al hombre, que se siente como abrumadoramente fuerte. Tanto el sadismo como el masoquismo nacen de la misma relación fundamental interhumana, que vamos a llamar simbiótica. Nos referimos a una relación caracterizable porque el hombre no puede vivir psíquicamente sólo, sino que necesita de otro para complementar su propia persona, o más exactamente, como alimento permanente sin el cual no puede vivir.

d) Las diferencias de explicación de la formación del carácter y su importancia para tipología caracterología
Freud decía que el carácter se daba porque la conducta del medio con el niño fue de exagerado rechazo, e intimidatoria o de exagerado mimo, estorbando el desarrollo de su actividad normal.
La idea que propone Fromm lleva a criticar una tipología como la que se encuentra en el concepto del carácter oral o anal. Ciertamente, el punto de vista del cual se forma un tipo es discrecional. Qué tipo se forme dependerá de qué fenómeno general se halle en cada caso en el primer plano del interés, o de cual sea el interés principal por el que vayan a cotejarse los diversos fenómenos.
El tipo debe diferenciar las personas por la raíz de su estructura de carácter. Suponiendo que la condición para la homogeneidad del síndrome del carácter anal no es la homogeneidad de la zona erógena sino la homogeneidad de unas determinadas circunstancias ambientales a las que reacciona el individuo desarrollando aquellos rasgos de carácter, de ello se deriva que una tipología genética no puede centrarse en las zonas erógenas, sino en la situación típica que condiciona determinadas estructuras de carácter. En tanto nos interesemos por el carácter, además de determinadas diferencias individuales, esta situación es la social.

4. El fruto de la nueva teoría psicoanalítica: el carácter producido por la sociedad.
a) El carácter social típico, como manifestación de la estructura psíquica del individuo modelada por la sociedad
La sociedad y el individuo no se encuentran cara a cara. La sociedad no es otra cosa que los individuos concretos, vivientes, y el individuo sólo puede vivir como individuo socializado. Su forma de vida individual es necesariamente la sociedad o la de su clase y, en definitiva, está condicionada por el modo de producción de la sociedad correspondiente, es decir, por cómo produce la sociedad y cómo está organizada para satisfacer las necesidades de sus miembros. La diversidad de los modos de producción y de vida de las distintas sociedades o clases lleva a formarse diversas estructuras de carácter típicas de cada una. Las sociedades no sólo se diferencian por la diversidad de su modo de producción y de su organización política y social sino también por presentar sus miembros, con todas las diferencias individuales, una estructura psíquica típica, que llamaremos carácter social típico

B) Función del Carácter Social Típico
Los caracteres sociales típicos son tan variados, pero su sustancia se halla siempre en una relación particular con las misiones que debe cumplir un individuo determinado, en el sentido estricto de su actividad económica, como también en el sentido lato de su conducta social, y con las previsiones que debe respetar, especialmente con la necesidad de subordinarse a la clase dominante. En lo que se refiere al cumplimiento de ciertas misiones, el motivo decisivo para la correspondiente conducta de los individuos es ciertamente la imposición objetiva de satisfacer de manera determinada sus necesidades de ocuparse de manera determinada si no se quiere morir de hambre.
El individuo tiene que querer por sí mismo hacer lo que deba hacer y comportarse como deba comportarse lo exteriormente necesario debe convertirse en interiormente deseado ya esto se añade otro ruso: un régimen social en el individuo es políticamente libre necesita cierto grado de satisfacción subjetiva para funcionar bien y sin tropiezos.
El carácter social típico, además de los impulsos y expectativas que representan una interiorización de lo necesario e indicado, comprende también rasgos que significan una interiorización de lo prohibido. Este aspecto de carácter social típico tiene también gran importancia para el funcionamiento de la sociedad. En la convivencia social el individuo tiene que renunciar en favor de la generalidad, a la satisfacción de ciertos impulsos.
La sociedad burguesa ha hecho necesaria una medida determinada de represión sexual y de renuncia a desear la propia felicidad, imponiendo además a las clases populares una limitación de las satisfacciones y del disfrute de bienes materiales que supone establecer una crasa diferencia entre su nivel de vida y el de las clases poseedoras. Si estos deseos se hiciesen de importancia vital para un individuo y sólo hubiesen de ceder cada vez ante la fuerza, por decirlo así, la consecuencia sería, primero, que en muchos casos el individuo insistiría en satisfacerlos a pesar de las amenazas de sanciones; y segundo que, aún en el caso de que los reprimirse conscientemente, desarrollaría resentimiento y hostilidad contra quienes le impusiesen tal represión. La prohibición exterior se convierte en una prohibición interior, en una demanda de la conciencia o, como la llamó freud en su aspecto dinámico, en el superyó que es a su vez la interiorización de las autoridades dominantes en una sociedad.
El carácter social típico está condicionado por el modo de producción y de vida de una sociedad pero su formación está influida además por otros factores llamados en general ideológicos. La religión fue el medio más poderoso para influir de tal manera sobre las estructuras del carácter, pero hoy ha sido reemplazada en gran medida por ciertas ideologías políticas. La religión representa un sistema que contribuye a integrar los rasgos de carácter que se derivan del modo de vida de una sociedad no sólo para reforzar ciertos rasgos sino también para producir otros que no se deriven sin más como reflejo de la vida social.
Entre la estructura económica de la sociedad y la estructura del carácter social típico, hay cierto equilibrio inestable. El carácter se desarrolla como reacción a modo de producción y crea necesidades psíquicas que, consideradas desde el punto de vista del individuo, pueden encontrar relativa satisfacción en un escalón determinado del modo de producción y suministran la energía psíquica necesaria para las tareas que ha de cumplir el individuo.

5. La significación de la psicología social analítica comparación con otras orientaciones

La psicología social tiene que describir el carácter social típico de una sociedad, tiene que analizar sus impulsos fundamentales, temores y actitudes inconscientes, tiene que mostrar hasta qué punto el carácter social típico es un producto del modo de producción y de vida de una sociedad y de los influjos ideológicos a que en ella se someten los individuos, y tiene que mostrar, por último, como las energías psíquicas que se moldean y manifiestan en los rasgo de carácter entran como fuerza productiva en el proceso social.
Aquí se tocan, brevemente, tres formas de tratamiento que tienen una relación particularmente estrecha con nuestra problemática.

a) Los estudios sobre el "espíritu" de una sociedad
Sombart dice que él "espíritu" de una economía "comprende el conjunto de facultades y actividades psíquicas que intervienen la vida económica: manifestaciones de la inteligencia, rasgos de carácter, fines y tendencias, juicios... Y principios que determinan y regulan la conducta del hombre económico"
Weber ve el espíritu del capitalismo en su relación con el protestantismo y las sectas protestantes. Muestra que el protestantismo creó en el burgués precisamente las cualidades que son de importancia decisiva para su conducta como hombre económico en el capitalismo. Esto llevó al burgués a aplacar a dios o a tratar de obtener una señal suya mediante un trabajo incesante, el cumplimiento del deber y el afán de éxito.
La objeción principal a la teoría de Weber es que ve las cosas al revés: primero, atribuye la singularidad del burgués a la especial doctrina del protestantismo, explica el burgués siga religiosas no las ideas por el hombre tal como está modelado una reforma económica determinada. Segundo, cree que las ideas de un hombre, y en particular las ideas religiosas, determinan su conducta, y no entiende que las mismas ideas sean una manifestación de los impulsos y temores, en gran parte inconscientes, que tiene el hombre, es decir, de su estructura de carácter, en sentido dinámico.
Las ideologías religiosas sólo pudieron nacer u obrar sobre una base caracterológica determinada. Este es el fundamento inmediato de las ideas conscientes, pero a su es esta determinado por el modo de producción y de vida de la sociedad. A la religión incumbe el papel, como indicamos antes, de reforzar e integrar una estructura de carácter condicionada a una forma económica determinada.

b) La Teoría del Materialismo Histórico
La teoría de Marx y Engels no suponía que el principio explicativo decisivo de la historia fuese el afán de lucro. Ellos entendían el hombre y su conciencia por su ser social: "los hombres son los productores de su representaciones, de sus ideas, etc., pero los hombres reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponde, hasta llegar a sus formaciones más amplias". Comprueban que la "cultura", la superestructura ideológica, depende de la subestructura económica y ven en lo intelectual "lo material convertido a la cabeza del hombre".

c) Las ideas Estadounidenses orientadas a la Conducta
En las obras estadounidenses sobre psicología social, la idea más difundida es la de que los rasgos típicos del individuo de una sociedad deben entenderse como hábitos modelados directamente por los usos y las técnicas, por las pautas de una sociedad. La categoría que se encuentra en el núcleo de esta idea es la conducta.
Progresos: atribuyen un papel más importante a los factores sociales y significan un contraataque a la teoría psicologista que explica la sociedad a partir de los instintos humanos.
Deficiencias: considerar los hábitos del hombre de manera mecanicista, como una suma de rasgos particulares, sin dar la estructuración de la conducta general, es decir sin ver que todos los rasgos del hombre están entrelazados de una manera muy determinada y se condicionan mutuamente. También toman a la conducta como unidad última, sin preguntarse cuáles son los impulsos, temores y actitudes inconscientes que condicionan una conducta determinada.
En opinión de Fromm, los comportamientos típicos del hombre y su disposición a aceptar ideologías determinadas no pueden entenderse directamente, en lo esencial, como reflejo o adopción de las pautas sociales, sino como sostenidos por una estructura de carácter, que a su vez es producto de la forma de vida específica, en el sentido que hemos expuesto, de enfrentamiento del hombre con el medio, en las condiciones naturales y sociales que encuentra, con el fin de satisfacer su necesidades fisiológicas y las creadas históricamente.

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