lunes, 26 de noviembre de 2012

El problema económico del masoquismo


Resumen del ensayo “El problema económico del masoquismo” de S. Freud Tomo XIX




Desde la introducción al ensayo, James Strachey nos adelanta que Freud ya había abordado el tema, aunque siempre en forma más bien provisional, en sus Tres Ensayos de teoría sexual en 1905, en Pulsiones y Destinos de Pulsión, y con mucho mayor amplitud en Pegan a un niño. En todos los artículos mencionados el masoquismo deriva de un sadismo anterior, no reconociéndose nada semejante a un masoquismo primario. Sin embargo en más allá del principio del placer, tras la introducción de la pulsión de muerte, se nos dice que “podría haber también un masoquismo primario”, y en la obra de “El problema económico del masoquismo” su existencia se da por cierta. Explicándola sobre la base de la mezcla de pulsiones. Freud  muestra que ese masoquismo primario o erógeno tiene dos formas derivadas: una de ellas, que denomina femenina, ya la había examinado en su trabajo “Pegan a un niño”; pero la tercera clase de masoquismo, el masoquismo moral, le permite explayarse sobre los muchos puntos que había tocado apenas rozados en el Ellos y el Yo. Y plantear nuevos problemas en relación con los sentimientos de culpa y la actividad de la conciencia moral.


Ya en el ensayo, Freud empieza diciendo que el  masoquismo es incomprensible si el principio de placer gobierna los procesos anímicos de  modo tal que su meta inmediata sea la evitación de displacer y la ganancia de placer. Y nos recuerda entonces que se ha concebido al principio que gobierna todos los procesos anímicos  como un caso especial de la tendencia a la estabilidad . Entonces, placer y displacer no pueden ser referidos al aumento o la disminución de una  cantidad, que llamamos «tensión de estímulo», si bien es evidente que tienen mucho que  ver con este factor.  Define entonces los tres principios y su relación:  el principio de Nirvana expresa la tendencia de la pulsión de muerte; el   principio de placer que subroga la exigencia de la libido, y su modificación; el principio de  realidad que es el contacto con mundo exterior.

Vuelve al masoquismo y dice que se ofrece a nuestra observación en tres figuras:
1.      Como una  condición a la que se sujeta la excitación sexual
2.      Como una expresión de la naturaleza  femenina
3.      Como una norma de la conducta en la vida (behaviour).

De acuerdo con ello, es  posible distinguir un masoquismo erógeno, uno femenino y uno moral. El primero, el  masoquismo erógeno, el placer (gusto} de recibir dolor, se encuentra también en el  fundamento de las otras dos formas: han de atribuírsele bases biológicas y  constitucionales[i], y permanece incomprensible sí uno no se decide a adoptar ciertos  supuestos acerca de constelaciones que son totalmente oscuras. La tercera forma de  manifestación del masoquismo, en cierto sentido la más importante, sólo recientemente ha sido apreciada por el psicoanálisis como un sentimiento de culpa, las más de las veces  inconsciente. Las escenificaciones reales de los  perversos masoquistas responden punto por punto a esas fantasías, ya sean ejecutadas  como un fin en sí mismas o sirvan para producir la potencia e iniciar el acto sexual. En  ambos casos -ya que aquellas no son sino la realización escénica de las  fantasías- el contenido manifiesto es el mismo: ser amordazado, atado, golpeado  dolorosamente, azotado, maltratado de cualquier modo, sometido a obediencia  incondicional, ensuciado, denigrado. La  interpretación más inmediata y fácil de obtener es que el masoquista quiere ser tratado como un niño pequeño, desvalido y dependiente, pero, en particular, como un niño díscolo. (Díscolo: desobediente que no se comporta con docilidad.(RAE)) [Lo cual se puede ver claramente si uno entra a las páginas de sadomasoquismo sexual en la internet.].  Es fácil descubrir que ponen a la persona en una situación característica de la  feminidad, vale decir, significan ser castrado, ser poseído sexualmente o parir. Por eso he  dado a esta forma de manifestación del masoquismo el nombre de «femenina», en cierto  modo a potiori [sobre la base de sus ejemplos extremos], aunque muchísimos de sus  elementos apuntan a la vida infantil.  En el contenido manifiesto de las fantasías  masoquistas se expresa también un sentimiento de culpa cuando se supone que la persona  afectada ha infringido algo (se lo deja indeterminado) que debe expiarse mediante todos  esos procedimientos dolorosos y martirizadores.


Por otra parte, Freud dice que en el ser vivo (pluricelular), la libido se enfrenta con la pulsión de   destrucción o de muerte; esta, que impera dentro de él, querría desagregarlo y llevar a  cada uno de los organismos elementales a la condición de la estabilidad inorgánica  (aunque tal estabilidad sólo pueda ser relativa).   Recibe entonces el nombre de pulsión de destrucción, pulsión  de apoderamiento, voluntad de poder. Un sector de esta pulsión es puesto directamente al  servicio de la función sexual, donde tiene a su cargo una importante operación. Es el  sadismo propiamente dicho.  Entonces, si se consiente alguna imprecisión, puede decirse que la pulsión de muerte actuante en el  interior del organismo -el sadismo primordial- es idéntica al masoquismo. Después que su  parte principal fue trasladada afuera, sobre los objetos, en el interior permanece, como su  residuo, el genuino masoquismo erógeno, que por una parte ha devenido un componente  de la libido, pero por la otra sigue teniendo como objeto al ser propio.  Dice que esto esta altamente relacionado con                                                                                       el deseo  de ser golpeado por el padre, de la fase sádico-anal, que sigue a aquella; la castración, si  bien desmentida más tarde, interviene en el contenido de las fantasías masoquistas como  sedimento del estadio fálico de organización; y, desde luego, las situaciones de ser  poseído sexualmente y de parir, características de la feminidad, derivan de la organización  genital definitiva. También resulta fácil comprender el papel que las nalgas desempeñan en  el masoquismo, prescindiendo de su obvio fundamento real. Las nalgas son  la parte del cuerpo preferida erógenamente en la fase sádico-anal, como lo son las mamas  en la fase oral, y el pene en la genital.  

La tercera forma del masoquismo, el masoquismo moral, es notable sobre todo por  haber aflojado su vínculo con lo que conocemos como sexualidad. Es que en general todo  padecer masoquista tiene por condición la de partir de la persona amada y ser tolerado por  orden de ella; esta restricción desaparece en el masoquismo moral. El padecer como tal es  lo que importa; no interesa que lo inflija la persona amada o una indiferente; así sea  causado por poderes o circunstancias impersonales, el verdadero masoquista ofrece su  mejilla toda vez que se presenta la oportunidad de recibir una bofetada. Para explicar esta  conducta es muy tentador dejar de lado la libido y limitarse al supuesto de que aquí la  pulsión de destrucción fue vuelta de nuevo hacia adentro y ahora abate su furia sobre el  sí-mismo. La satisfacción de este sentimiento inconsciente de culpa, es quizás el rubro más fuerte de la  ganancia de la enfermedad, compuesta en general por varios de ellos, y el que más  contribuye a la resultante de fuerzas que se revuelve contra la curación y no quiere resignar  la condición de enfermo; el padecer que la neurosis, conlleva es justamente lo que la vuelve  valiosa para la tendencia masoquista.  

Y habla ahora del tratamiento con los pacientes. Dice que                                                                                       en   cierta medida, daremos razón al veto ,o huída, de los pacientes sí renunciamos a la denominación  «sentimiento inconsciente de culpa», por lo demás incorrecta psicológicamente, y en  cambio hablamos de una «necesidad de castigo», que nos permite recubrir de manera  igualmente cabal el estado de cosas observado. Aquí se ha atribuido al superyó la función de la conciencia moral, y reconocido en el   sentimiento de culpa la expresión de una tensión entre el yo y el superyó. El yo reacciona  con sentimientos de culpa (angustia de la conciencia moral) ante la percepción de que  no está a la altura de los reclamos que le dirige su ideal, su superyó. 

La condición de inconsciente del masoquismo moral nos pone sobre una pista interesante.  Podríamos traducir la expresión «sentimiento inconsciente de culpa» por «necesidad de ser  castigado por un poder parental». Ahora bien, sabemos que el deseo de ser golpeado por  el padre, tan frecuente en fantasías, está muy relacionado con otro deseo, el de entrar con  él en una vinculación sexual pasiva (femenina), y no es más que la desfiguración regresiva  de este último.

En el ensayo: “Pegan a un niño” (1919) Freud  investiga las transformaciones de esta fantasía y se interroga acerca del  significado de la misma. Surge entonces la relación entre la fantasía y el masoquismo, el  “niño que está siendo golpeado” no es otro que el paciente mismo o, dicho de otro  modo: donde encontremos masoquismo también se habrá de encontrar la fantasía de que  “un niño está siendo azotado”. La transformación de esta fantasía atraviesa varios  estadios comenzando por: “están pegando a un niño”, hasta culminar en: “soy amado por mi padre porque me está golpeando”.

La conciencia moral y la moral misma nacieron por  la superación, la desexualización, del complejo de Edipo; mediante el masoquismo moral, la  moral es resexualizada, el complejo de Edipo es reanimado, se abre la vía para una  regresión de la moral al complejo de Edipo.  Para provocar el castigo por parte de esta última  subrogación de los progenitores, el masoquista se ve obligado a hacer cosas inapropiadas,  a trabajar en contra de su propio beneficio, destruir las perspectivas que se le abren en el   mundo real y, eventualmente, aniquilar su propia existencia real.  La reversión del sadismo hacía la persona propia ocurre regularmente a raíz de la  sofocación cultural de las pulsiones, en virtud de la cual la persona se abstiene de aplicar  en su vida buena parte de sus componentes pulsionales destructivos. Cabe imaginar que  esta parte relegada de la pulsión de destrucción salga a la luz como un acrecentamiento del   masoquismo en el interior del yo. Empero, los fenómenos de la conciencia moral dejan  colegir que la destrucción que retorna desde el mundo exterior puede ser acogida por el  superyó,  y aumentar su sadismo hacia el yo, aun sin mediar aquella mudanza. El sadismo  del superyó y el masoquismo del yo se complementan uno al otro y se aúnan para provocar  las mismas consecuencias.    Concluye que la peligrosidad del masoquismo moral se debe a que desciende de la pulsión de muerte, corresponde a  aquel sector de ella que se ha sustraído a su vuelta hacia afuera como pulsión de  destrucción. Pero como, por otra parte, tiene el valor psíquico {Bedeutung} de un   componente erótico, ni aun la autodestrucción de la persona puede producirse sin  satisfacción libidinosa. 



[i]           Bases biológicas del masoquismo:

            La investigación científica ha revelado que podría existir un tipo particular de masoquistas por razones exclusivamente fisiológicas, debido a un error de transcripción del gen SCN9A, que codifica el canal de ión sodio Nav1.7 utilizado por el organismo para el control del dolor. Estos masoquistas tendrían interés únicamente en la experiencia del dolor (algolagnia), sin los factores psicológicos, aunque se cree que su propio desarrollo personal les conduce a distintas manifestaciones del sadomasoquismo.

martes, 20 de noviembre de 2012

LA REALIZACIÓN SIMBÓLICA Y DIARIO DE UNA ESQUIZOFRENICA.


LA REALIZACIÓN SIMBÓLICA Y DIARIO DE UNA ESQUIZOFRENICA.

Muchas veces creemos que los padecimientos del plano esquizofrénico no tienen cura y más aún, son crónicos y degenerativos. En este libro se plantea un caso que niega todas esas creencias. Se hizo famoso por el trabajo de la psicoanalista suiza Marguerite Sechehaye (1887-1964) “La realización simbólica” en donde exponía un novedoso método de curación psicoanalítica de la esquizofrenia; junto con esta obra la doctora publicó finalmente el diario de Renée, una joven enferma mental que había recuperado la cordura gracias a la nueva terapia. Se trata no sólo de una remisión, sino de una verdadera curación: el estado de su antigua paciente permite un desenvolvimiento y un progreso psíquico con nuevas adquisiciones espirituales iguales a los del desarrollo normal.
En este ensayo relataré los antecedentes de la paciente, después haré un análisis del trabajo de la Dra. Marguerite, para después dar mi opinión del caso.

La madre de Renée proviene de una antigua familia noble del sur de Francia. Guapa y culta, con inclinaciones artísticas, se casa con un sueco sano y muy inteligente, más joven que ella.
El de Renée es difícil, pero nace sana y era hermosa, únicamente a la madre le parece espantosa. Como no puede amamantarla tiene que alimentarla por biberón. Al cumplir la niña los once meses, la abuela se va de repente. Renée sufre por esta causa un fuerte shock: Grita, pega con la cabeza en la pared y busca con la vista a la abuela.
De ahora en adelante duerme en el cuarto de los padres. Al despertar exige imperiosamente su desayuno. Pero los padres se ríen de ella, la dejan esperar a propósito, la llaman "petit caporal" y la amenazan diciéndole que no recibirá nada si grita.
Cuando tiene 14 meses, recibe por compañero de juego, un pequeño conejo blanco, a quien ama cariñosamente. Un buen día, su padre mata al animalito -desgraciadamente en la presencia de la niña-: un nuevo shock afectivo. A partir de ese momento, Renée pregunta constante e insistentemente: "Conejito, ¿duele - duele?", se niega a comer y sufre delirios febriles, de modo que se supone que tiene meningitis.
A la edad de seis años Renée carga grandes piedras y las coloca sobre las vías para que el ferrocarril descarrile y mate así a alguien. No sabe a quién. Pero es el tren en el que su padre viaja regularmente. Lame el óxido de las barras y las piedras para hacerse "rígida como el hierro" y "fría y dura".
A los once años Renée es presa de un entusiasmo religioso. Se levanta cada mañana a las cinco y va a misa. Visita cementerios, donde con seriedad, y sorprendente puntualidad, cuida de tumbas extrañas y abandonadas. Habla con los muertos y les pide permiso para coger sus flores y darlas a los muertos desamparados. Más o menos al cumplir los doce, la niña tiene ocasionalmente ilusiones ópticas, pero sin resultados afectivos dignos de mención. Al entrar en un zaguán cree ver gente que, rodeada de coches-cuna, toma té.
La madre de Renée, que por su parte hace lo posible, pero que ha perdido el valor por la tarea demasiado pesada que le impuso, propone a menudo a su hija mayor que mueran juntas, tal como ya se lo había propuesto su padre: “después de todo, ¿que nos importa la vida?” Y la niña no se atreve a decirle a su madre que no solo desea vivir, sino que a veces hasta le gustaría jugar...
Con frecuencia e insistencia  le reprocha la madre a Renée que no la ama lo suficiente y que demasiado a la iglesia. Le insinúa que tiene inclinaciones anormales, por buscar la protección de amigas mayores, maternales; todo esto hace que crezca en el inconsciente de la muchacha una vehemente rebeldía, que por fuerza tiene que quedar reprimida.
Renée se hace sonámbula y todo el día bebe solo té. Mal nutrida y con demasiado trabajo, se asombra uno de que todavía pueda ser buena alumna. Pero la maestra la encuentra inatenta, excitada y un poco rara. El médico de la escuela la examina y determina en ella una infección primaria y es enviada a un sanatorio de montaña.
El médico de la clínica que la considera muy inteligente, se extraña de esta "máquina para destruir el mundo", así como lo de la inclinación por masturbarse.
En la escuela, Renée ya casi no trabaja y su comportamiento es cada vez más extraño, de tal manera que la profesora la lleva al médico que ya dos veces la había examinado. No logra hacerla hablar y determina, en la consulta de dos años atrás, un retraso intelectual. El caso le parece grave y no cree que tenga muchas posibilidades de curación. A pesar de ello envían a Renée a la Dra. Marguerite para que intente atajar el mal diciendo: se trata de una esquizofrenia en sus comienzos, quizá pueda ayudarla usted aliviarla pasajeramente. Trate usted de hacerle hablar".

Durante las primeras visitas, Renée muestra una actitud arrogante, tiesa y reservada. Le cuesta trabajo acostarse en el sofá. Su mirada es rígida; la expresión de su cara, severa. Pero a los diez minutos empieza a hablar. Desde el comienzo lucha contra una trasferencia positiva diciendo: “Me es usted muy simpática pero no quiero decepcionarme una vez más. Las personas no me quieren mi misma. Siempre tienen una intención: sea religiosa, piadosa, científica o egoísta. Además tengo miedo de que usted me haga daño como el medico en la clínica, quien me violento y me canso muchísimo.”
Renée habla de dos perturbaciones: en primer lugar acerca de la masturbación, que le parece ser una sensualidad repugnante, una falta de respeto a su propio cuerpo, una falta de voluntad. Y en segundo lugar los temores, que son muchos e indeterminados.
A las tres semanas la actitud de Renée se ha hecho negativa. Rehúsa a dar cualquier explicación, es pasiva, no quiere hablar o solamente emite juicios intelectuales y es indiferente. Vuelve constantemente a su problema “¿debo aceptar el análisis?”. Y se da cuenta que no puede ayudarse y tiene que sentir apoyo aunque sienta que sea cobardía.

A los tres meses y medio de tratamiento Renée habla muy poco, y lleva sus primeros dibujos simbólicos.  El primer dibujo se trata, según su explicación, del castigo que se la da a quien se niega a entrar en un convento: la gente se burla de esa persona y le hace daño. En los dibujos B y C alguien pide algo a una persona que le da la espalda. Para vengarse de la negación, lanza llamas infernales.
A partir de este momento, Renée  se dedica a menudo a dibujar durante las sesiones, y esto la aligera bastante.

A los seis o siete meses de análisis Renée sufre de dolores de cabeza y de un cansancio general que aumenta continuamente. Todavía se muestra recalcitrante a todo alivio durante el tratamiento. Teme la ayuda pues le impide sufrir. Y ella desea sufrir para castigarse por su odio.
La manía forma poco a poco un sistema, y un buen día todo estos "castigos" se explican por las maquinaciones de un desconocido "perseguidor", a quien Renée escribió una carta rogándole que ya no la torturase.
Parece increíble que a pesar de su estado anímico siga haciendo progresos. Es más paciente con sus hermanos menores y, con el asombro de todos, hasta ha comenzado a tejer una bolsa para su madre, ella que nunca hace trabajos manuales. Ha desaparecido el miedo a la masturbación y aumentado su confianza en sí misma. También trabaja un poco mejor para la escuela.

A los 19 años, la prueba más segura de una mejoría, aunque sea superficial, es la de que Renée obtiene sus calificaciones finales y que haya conseguido trabajo en la oficina. De aquí en adelante la doctora trató de alterar un poco el tratamiento ahora se sienta a su lado. La posición de la analista a la espalda de la paciente le da a esta un sentimiento de completo abandono: como no ve a la doctora, cree que no está presente; pero aun así el cansancio mental aumenta.
Nuevamente se hace cargo de ella el psiquiatra, quien la envía a un sanatorio con el diagnóstico: “ideas maniacas paranoica”. Del sanatorio es enviada a una clínica de psiquiatría. Sufre por lo pronto un fuerte shock al ser encerrada en la sala de observación junto con varias mujeres agitadas y dementes, una de las cuales abandona la cama para darle una bofetada a Renée.

Renée tiene ya 20 años y su estado es cada vez peor. Ya casi no come, de noche se siente agitada y tiene horribles pesadillas que la hacen a gritar.
Pero poco a poco la Dra. ha ido comprendiendo el sentido de los símbolos de Renée. Cuando después de repetidas interpretaciones habían captado con toda seguridad su sentido, intenta explicárselos. Pero únicamente lograba una comprensión intelectual y pasajera, y a menudo chocaba con su rechazo: no quería separase de sus símbolos.

Renée tiene veintiún años y tres meses de edad, tres años de intentos para salvar a Renée, pero constantemente choca con su sentimiento de culpabilidad que erige como una muralla alrededor de ella. Lo más difícil ahora es hacerla comer. Renée había regresado a la fase oral, pero se habría enojado si hubiera recibido leche real, enfermándose con ella aún más. Debía recibir un símbolo no una realidad.
La "madre alimentadora" sustituyó a la "frustrada". Esto le permitió a ella que siguiera viviendo, que se amara a sí misma para renunciar, en consecuencia, al castigo: la nueva madre había probado que deseaba que su hija siguiese viviendo.
Todavía quiero señalar la circunstancia de que el caso de Renée se trataba de una profunda necesidad y no de un comportamiento infantil sin contenido simbólico, como el que se encuentra a menudo en personas histéricas.

Durante los primeros meses de tratamiento ya con la mejoría de ella y de haber pasado grandes procesos, Renée pedía "pan y te". A toda prisa traía yo una bandeja con té y panecillos. Observaba estos alimentos sin tocarlos, como alguien que no ha recibido lo que quería. Con sus propias manos Margarite debió de haberle dado un trocito de pan y una cucharada de té. Renée dijo más tarde que habría sanado mucho antes si la hubiese tratado de un principio simbólicamente.

Los puntos particularmente importantes respecto a la técnica de la realización simbólica parecen ser los siguientes:

·         Los procesos solo podían lograrse durante las sesiones.
·         La realización tenía que ajustarse a la fase en que Renée se encontrara.
·         Hubo que pasar por todas las fases con suma lentitud.
·         El símbolo tenía que aplicarse directamente y mediante una persona de carne y hueso.

He aquí los resultados que se lograron mediante la realización simbólica con relación a la agresividad, al estado de confusión, al contacto, al amor propio y a la adaptación de la realidad.
1.      Cuando le di a Renée simbólicamente lo que pedía, le manifesté al mismo tiempo el amor materno.
2.      La satisfacción del deseo secreto izo inútil la comprensión esquizofrénica.
3.      Después de eliminar la agresividad, pudo establecerse contacto con la nueva madre.
4.      En consecuencia, la realización de un deseo demostraba el amor materno.
5.       El  Yo fortalecido permitía a Renée independizarse de la madre.
El tratamiento que recibió Renée me parece un ejemplo de la calidad humana de ambas, pero de paciencia y humildad de parte de la analista. Sechehaye propone una terapia novedosa que hoy por hoy parece rechazada por la psiquiatría oficial. Para la doctora las alucinaciones o las conductas alteradas del esquizofrénico no son simples afloramientos sin sentido de una mente trastornada sino que son plasmaciones de necesidades psíquicas insatisfechas. Desde la perspectiva psicoanalítica esta idea no debe resultar extraña ya que los síntomas neuróticos también son considerados en el psicoanálisis como intentos de restablecer la economía psíquica del paciente. Renée había sido desahuciada por la psiquiatría de su época y todo apuntaba a que “se trata de una esquizofrénica en sus comienzos (está en la edad en que a menudo se desarrolla una hebefrenia), no es posible ayudarla mucho, pues está en el camino de la desintegración mental, común en estos casos” (La realización simbólica cap. II) sin embargo, el método de Sechehaye logró el total restablecimiento de Renée.


La clave del método de Sechehaye es que considera que la patología del enfermo mental “habla” de sus necesidades psíquicas, de nuevo, esto no debería resultar chocante desde el psicoanálisis toda vez que uno de los elementos de la terapia psicoanalítica original era la interpretación de los sueños del paciente como manifestación de su vida psíquica profunda. Lo novedoso del método de Sechehaye es que no sólo ve las alucinaciones o conductas anómalas de Renée como “síntomas” de su patología sino también como intentos simbólicos de superar el estado esquizofrénico. De este modo la patología “habla” a la enferma de la enferma misma; la alucinación, las visiones del “Otro Mundo” no son afloramientos de las cloacas de lo irracional sino exhibiciones simbólicas de necesidades profundas de la enferma. El camino de la enfermedad es también el camino del restablecimiento psíquico, el camino que transcurre por el “Otro Mundo” es también el que llevará a Renée hacia esta alucinación socialmente admitida llamada “Mundo Real”.

Por otra parte, aún a riesgo de parecer exagerado creo que he leído pocos relatos tan extraordinariamente dramáticos como el diario de Renée, con el agravante de que cuenta hechos verídicos que se repiten día a día en ciento de miles de personas con alguna patología mental. La paulatina desconexión de la enferma con el mundo real es narrada con un inexorable fatalismo y un profundo sentimiento de angustia y soledad. La certeza de que al final Renée fue reintegrada a la realidad hace que la lectura de esta tragedia sea algo más soportable. Me parece realmente significativo que la gran angustia y el sentimiento de irrealidad de Renée parecen fundamentarse en el hecho de sentir el mundo como ajeno y una terrible separación de todo y de todos, y no las alucinaciones per se. Si no siento la más mínima comunión con el mundo, puedo ver las imágenes de lo que me rodea, pero todo está despojado de alma y es por tanto monstruoso e irreal. Precisamente lo contrario a los momentos de profunda conexión en los que se puede experimentar precisamente lo contrario; que todo está lleno de alma y que no es otra que la nuestra misma. Y todo es profunda y absolutamente real. Esto viene a corroborar la idea de que el enfermo que sufre algún tipo de psicosis no teme tanto las alucinaciones en sí sino el sentimiento de soledad y de desligazón con la realidad socialmente admitida que le rodea. La irrealidad, conforme avanza el deterioro mental de Renée, se asocia cada vez más al aislamiento y la ruptura de los lazos que unen a la enferma con el mundo de lo humano, entonces las alucinaciones sí se tornan terroríficas.

Sin duda me parece que el método es novedoso, pero que la piedra angular del trato con personas es la propia humanidad y no son las interpretaciones las que curan sino la relación entre paciente y analista.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

"El psicoanálisis y el hombre en busca de sentido"


“El psicoanálisis y el hombre en busca de sentido”
Una reflexión basada en “Cándido” de Voltaire.

Elizabeth Jenny Hernández Ramírez
Mtra. Psicoanálisis.

La angustia es la disposición fundamental que nos coloca ante la nada”
Heidegger, M.

Antes de iniciar déjenme compartir con ustedes, un poco de mi experiencia.  Hace ya algunos años, que transitando los pasillos de la universidad en el campus Alemán, yo estaba muy segura de que la decisión de estudiar psicología había sido la “correcta”,  y me llamaba mucho la atención y a veces hasta me resultaba incómodo que en cada inicio de semestre y cada profesor nuevo preguntara: ¿por qué decidiste estudiar psicología? en ese momento no sabía exactamente qué me había llevado por ese camino, yo terminaba contestando lo mismo que mis compañeros; todos de una manera inocente, respondíamos más o meno así: “para ayudar  a la gente”, sin embargo era una respuesta que no me dejaba satisfecha, porque sabía que había algo más de fondo que aún no alcanzaba a visualizar y, mucho después, pude comprender en donde se había originado mi interés por la psicología y por todo lo que tiene que ver con los procesos mentales. A pesar de ello es una pregunta que ahora mismo yo no dejo de platearme, pues eso me ha llevado a reconstruir motivación hacia la psicología que se ha convertido en parte importante de mi sentido de vida.
Actualmente sigo caminado por este sendero, y quiero decirles que realmente me he topado con grandes obstáculos, que al final se han convertido en grandes retos para mi, y han hecho, que la experiencia que he tenido como psicóloga y como psicoanalista se torne cada vez más interesante, pues me lleva a replantear una y otra vez mi trabajo dentro de la clínica, y conforme pasa el tiempo, me doy cuenta de lo mucho que me queda por investigar en este camino que nunca se acaba, y que es: “el conocimiento del otro”.
Ahora bien, en primer lugar quiero decirles (y no sé si voy a decepcionar a algunos), pero el día de hoy no vengo a hablar de grandes descubrimientos, o de una técnica innovadora, que se haya encontrado en psicoanálisis  para ayudar a las personas a encontrar “el sentido de la vida”, puesto que ese es el tema que nos ha reunido el día de hoy. Más bien, lo que vengo a hacer el día de hoy es compartir con ustedes algunas reflexiones, que los incite al análisis a cerca de dos tipos de pensamiento que se tienen frente a la vida y estos son:  
·         El pensamiento positivo (optimista)
·         El pensamiento negativo (pesimista)
Cuantas veces no hemos escuchado de otros, qué sentido tiene hacer, estar, ser, si al final todo acaba en la nada o en la muerte… ¿cuántas veces nosotros mismos no hemos sido víctimas de esas preguntas? ¿Qué le podemos decir a un paciente que expresa, que no le encuentra el sentido a su propia vida?
A través de la historia el hombre ha creado ideologías, religiones, instituciones para generar apegos.  Heidegger las llama “cosas mundanas”  que distraen al hombre de preguntas esenciales a cerca del ser.
En estos tiempos, para muchos el sentido de la  vida, lo encuentran en el capitalismo, el deseo de “poder”, de “tener” y “poseer”, los lleva a sumergirse en un mercado de personalidades, en donde se intenta vender la propia persona como un material de producción.
Este mundo que pareciera encaminar al vacío existencial, a la superficialidad, paradójicamente está motivando a muchos a buscar respuestas profundas que expliquen su vida. Eso me hace pensar que en la esencia del hombre, se encuentran cuestionamientos que la consciencia no alcanza a comprender, como: ¿quién soy?  ¿a dónde voy? ¿qué quiero? Etc.
A través de la historia, podemos encontrar que muchos han tratado de dar respuesta a esas preguntas, podemos leer relatos de cómo  los filósofos y sabios, se reunían afablemente para poder disertar a cerca de las cuestiones del ser. Permanecían completamente despreocupados de las cosas mundanas, se ocupaban de sus pensamientos, y se interesaban por la esencia ontológica de diversas ideas.
Pero ¿qué es lo que  pasa ahora? En la actualidad, las personas que tienen la sensibilidad para hacer frente a esos cuestionamientos, tienen tan poco espacio en el mundo, en ocasiones se les tacha de “locos”, rebeldes, que merecen estar internados en un hospital psiquiátrico.
Lo que más predomina ahora son exigencias para “tener” que es la base del sistema capitalista, el hombre se preocupa y trabaja para los fines materiales y trata de reprimir en lo más profundo del inconsciente las necesidades del “ser”.
No obstante,  cuando vienen a la consciencia tales necesidades y al enfrentarse a las preguntas sin respuesta  del mundo interno, estos sujetos se pierden en un mundo de contradicciones, que deja huella y esta es: el sentimiento de “sin sentido”.

En la consulta de todos los días, veo frente a mí a personas con diferentes padecimientos: ansiedad, depresión, trastornos bipolares, esquizoides, límites, narcisistas, etc. Pero muchas veces me he preguntado ¿de qué sirve encuadrarlos con el nombre de una enfermedad mental? Si en realidad, los nombres que se utilicen para etiquetarlos en el expediente, son sólo aproximaciones nimias de lo que representa cada individuo en el setting analítico.
Por lo que prefiero escribir los diagnósticos en el expediente como una más de mis anotaciones, para después hacerlos a un lado… “Hay que aprender bien la teoría, para después olvidarla” (E. Fromm).
Lo que realmente atrapa mi atención, es que detrás  de cada uno de los casos, predomina de alguna u otra forma, la pregunta sobre “el sentido de la vida o el vacío existencial”.
Es por eso, que hoy lo que pretendo es invitar al análisis y dejar puestas sobre la mesa dos posturas que en psicología han llevado a generar teorías enfocadas ayudar a las personas a encontrar su "sentido de la vida”.
Veamos ahora ¿qué significa el sentido de vida? Es una respuesta que para cada individuo es diferente, pues para algunos el sentido de vida lo pueden encontrar en (ver diapositiva):
·         La familia
·         Pareja
·         Hijos
·         Vínculos afectivos
·         Desarrollo académico
·         Desarrollo laboral
·         Desarrollo de intereses personales
·         Búsqueda de aceptación social
·         Éxito
·         Amor, etc.
El sentido de vida, es una búsqueda que se anuncia inalcanzable, pues a pesar de mantener cierto “equilibrio” en estas áreas, el hombre se sigue cuestionando a cerca del sentido de su existencia en el mundo.
Para iniciar, quiero hablarles primero de un personaje muy famoso de la literatura llamado: “Cándido” (Voltaire, 1759),  este personaje y su historia nos llevan al análisis precisamente de las dos posturas que pretendo analizar el día de hoy: el “pensamiento positivo (optimista), y también al del “pensamiento negativo o pesimista”.
“Cándido o el optimismo”  es una novela, que surge como una respuesta de Voltaire al argumento de Leibniz, quien afirmaba que: al ser la  divina providencia omnisciente y omnipotente, se deduce por lógica o al menos se supone, que habrá creado “el mejor de los mundos posibles”.  (Discurso de metafísica, 1686).
Voltaire tiene dificultades para aceptar que lo que le rodea, puede ser el mejor de los  mundos posibles. Por ello responde con “Cándido” a la crueldad humana que lo circunda. Con esta  novela se rebela contra el optimismo, contra la perspectiva positiva, se opone al destino a la intervención permanente de la “divina providencia” y reconoce la existencia del mal, lo percibe y considera que la razón no sólo es suficiente para explicarlo sino también parta suprimirlo, si no se usa correctamente. Trata de explicar los errores de la razón cuando esta se olvida de la realidad.

Quiero decirles y para que no se desalienten, que no es necesario tener el conocimiento previo de esta historia, ya que trataré de darles un amplio panorama de quién es Cándido y los personajes que influyeron de manera determinante en su vida y formación.

Cándido.- hace alusión a su nombre que quiere decir “sencillo, sin malicia ni doblez. Es entonces, un ser ingenuo, de naturaleza apacible, de juicio bastante recto y espíritu muy simple, de  pensamiento honrado, guiado por un buen corazón, optimista pues no puede ser de otra manera, tenía la convicción de que “este es el mejor de los mundos posibles”. Creencia que hizo propia gracias a las enseñanzas del Dr. Pangloss.
Pangloss.-  un sabio filósofo, preceptor de Cándido, Cunegunda y su hermano (hijos del barón, dueño del castillo en donde vive y posteriormente es desterrado), les da a conocer, las leyes que guían el universo y la vida.
Cándido al opinar de su profesor dice lo siguiente: "probaba de modo admirable que no hay efecto sin causa, y que en este mundo, el mejor que se puede imaginar, el castillo del señor barón era el más hermoso de todos, y la baronesa, la mejor baronesa de cuantas existían".
En palabras de Pangloss: "Está demostrado - decía-, que las cosas no pueden ser de otra manera a como son, pues estando todo hecho para un fin, todo es necesariamente para el mejor fin, por consiguiente, los que afirman que todo está bien, han afirmado una necedad, pues debieron decir que todo está lo mejor posible".
Ante la desgracia, que no muy tarde cayó sobre Pangloss y todos los habitantes del castillo, con su bondad, extrae las consecuencias positivas, aplicando como nadie el refrán que todos conocemos: "No hay mal que por bien no venga", así cuando Cándido encuentra a su maestro transformado en pordiosero y con la sífilis, este le expresa los beneficios relacionados con la enfermedad que contrajo.
Conegunda, es la amada de Cándido, hija del barón, es una muchacha inocente de la que Cándido se enamora apasionadamente. A lo largo de la obra, Cándido no olvida entre todas las calamidades vividas su amor por ella, con quien desea fundir su destino; pues representa la razón de su deseo, de su búsqueda, el fin de su aventura.  
El primero de los acontecimientos importantes de la novela, inicia por la acción seductora de Cunegunda -a la que Cándido se rinde en un beso-  provoca que sea arrojado fuera del paraíso del castillo donde vivía Cándido en el primer capítulo del libro (al igual que ocurre en el pecado original con Adán y Eva). Ella adopta un papel pasivo desde entonces, y es Cándido quien le concede el valor de su amor, la motivación por alcanzar el objetivo final; Cándido logra olvidarse de todo, cuando piensa en Cunegunda que es el objeto de sus deseos.
Dentro de los personajes que conoce Cándido se encuentra Martín: un maniquéo pesimista.
Martín, es la cruz del optimismo, la oposición al pensamiento panglossiano, y no considera que este sea el mejor de los mundos posibles, pero tampoco piensa que sea el peor, es como es, le gustaría que no fuera así, pero así es. 
Considera un mundo lleno de dolor, de daño, de muerte, de lucha, la vida es difícil, y lograr un cambio es prácticamente imposible. Es un maniqueo que considera que el mal existe por sí mismo. El principio del mundo es el caos y no el orden.  Por eso se debe controlar el mal, porque si no, a la larga se terminará apropiando del mundo.
Cándido recorre la mayor parte del mundo conocido, civilizado e incivilizado; su aventura transcurre por Europa y América, el viejo y el nuevo mundo, y concluye en las puertas de Asia, en Constantinopla. Visita lugares reales e imaginados, entre ellos destaca El Dorado, un valle escondido entre altas montañas, donde las cosas son diferentes, donde sí se puede ser optimista porque es posible. Si existe el mejor de los mundos posibles, este es El Dorado, con sus carneros y sus piedras preciosas, con la feliz despreocupación de sus gentes, con la superación de las necesidades básicas. 
Pero Cándido decide dejar ese lugar, elige marcharse con algunas riquezas cargadas en carneros rojos, en busca de su amada Cunegunda.  Las riquezas van desapareciendo, poco a poco, quedando sólo con lo que es capaz de llevar encima, que resulta suficiente para vivir como un aristócrata. El paraíso se ha perdido para siempre por la búsqueda de su objeto de amor. En todas partes encuentra maldad, y esta maldad se aprovecha de la inocencia y la buena voluntad de Cándido, quien en vez de aprender y cambiar, se empecina en permanecer fiel a las enseñanzas de su maestro Pangloss, aunque esto pueda costarle la vida.
Cuando por fin se encuentra con su amada Conegunda, se da cuenta que no es la que recordaba, pues Conegunda ahora se ve cansada, con arrugas en la cara y fea.
Cándido opta por hacer un sacrificio, decide casarse con ella a pesar de su estado. Logra comprar una finca, único bien que le queda para sobrevivir.
En esa finca terminan habitando: Pangloss, Martín, una vieja que acompañaba a Conegunda, la propia Conegunda y Cándido.
Poco era lo que hacían en ese lugar y después de años de tedio y aburrimiento, en los que no hacía más que disertar con Pangloss y con Martín a cerca del estado de su vida. La vieja que acompañaba a Conegunda los confrontó a la idea de no saber qué era más terrible, si pasar la vida con todas las desventuras que habían tenido o estar ahí sin hacer nada…
Para Martín era simple pues él estaba convencido de que el hombre se encontraba mal en todas partes, eso hacía que llevara las cosas con paciencia. Además de que pensaba que: “el destino del hombre era vivir en las convulsiones de la angustia o en el letargo del tedio”.
 Sin embargo Cándido no le concedía crédito a las palabras de Martín y Pangloss a pesar de que en la vida había sufrido los peores infortunios, seguía afirmando la idea de que todo estaba perfecto, aunque ya no lo creyera así.
Finalmente dos personajes más a aparecen en la historia, el primero un filósofo que gozaba de fama de ser el mejor de Turquía. A quien Pangloss le enuncia “maestro, venimos a rogarte que nos digas ¿para qué fue creado un animal tan extraño como el hombre? Y este le contestó: ¿Qué te importa? ¿Te servirá de algo saberlo? Negándose a contestarles nada más.
El segundo, un anciano dueño de una finca quien les hizo saber la importancia del trabajo, pues el trabajo  -según éste- libra de tres insufribles calamidades: el aburrimiento, el vicio y la necesidad.
Martín, Pangloss y Cándido llegaron a la conclusión de que el trabajo es lo único que hace que la vida sea tolerable.

Hasta aquí tenemos un pequeño panorama de Cándido y considero que con estos datos es suficiente para generarnos una idea de quiénes son estos personajes, ¿cuáles son sus motivaciones, sus dudas, hacia dónde va cada uno y qué es lo que quieren encontrar?
Comencemos hablando de Cándido, él es un chico desterrado de un castillo, no se sabía nada sobre sus orígenes, pero se tenía la sospecha de que era hijo de la hermana del barón del castillo. Era solo un chico más que habitaba ese lugar, muy interesado en las enseñanzas de Pangloss, de quien no cuestionaba nada, era como una esponja que sólo absorbía el conocimiento de una forma pasiva.
 Tenía un carácter de tipo receptivo y de naturaleza ingenua. A pesar de que sus experiencias de vida, lo ponían a prueba en todo momento, parece que él nunca aprendió ni veía más allá de lo que su percepción alcanzaba.
Enamorado de Conegunda, de su belleza infinita, no hace más que buscarla, después de haber sido desterrado del palacio. Esa chica, que podría ser su prima, se convierte en su “sentido de vida”.
En algún momento de la historia se convierte también en la motivación que lo llevó a matar a dos hombres –un judío y el inquisidor- (amantes de Conegunda).  Esto es de llamar la atención pues siendo Cándido un dechado de inocencia y sin nada de malicia, se atreve a cometer uno de los mayores crímenes, que es privar de la vida a alguien, en nombre del ¿amor? Lo que hace evidente este acto en realidad, es que, en todo ser humano existe una tendencia a la destrucción. Pero eso era algo, que la conciencia de Cándido no daba cabida, esa inocencia e ingenuidad a pesar de todo lo vivido, llega a ser perturbadora a la mirada del lector.
Lo anterior, da la impresión de que en Cándido anidaba en su interior, una especie de “inocencia violenta” término que describe Ch. Bollas (1994), con el que explica que: la inocencia violenta la encontramos en aquellas personas que no pueden reconocer en ellos, el mínimo de impulsos agresivos y/o violentos. Estos sujetos son poseedores de una “no mente”, que no es capaz de conocer sus propios contenidos, en todo momento miran las cosas de una forma inocente, con una negativa que desestima todo tipo de ayuda.
“El inocente violento –nos dice Bollas- incita a la desazón, a la densidad ideativa y a la turbación emocional: es un sí mismo simple  patrocinado por el sí mismo complejo, sádicamente frío y objetivo, indiferente ante la angustia del otro. El inocente violento patrocina una confusión afectiva e ideativa en el otro y tras ello desconoce todo saber al respecto: en esto reside la verdadera violación”. (ejemplo: Abigail en las brujas de Salem, chica con una gran inocencia; cuando su tío la cuestiona sobre un vestido tirado en el jardín y de haber visto a una chica desnuda bailando en el jardín…).
Ahora regresemos a Cándido, podemos ver que en nuestro personaje, se observa una “renegación” no solo del mal que habita en él mismo, sino de la realidad que le rodea al igual que Pangloss. Ambos personajes viven las más crueles torturas e infortunios y aún con todo lo vivido, no pueden concebir la maldad como  algo tácito, sino quedan aferrados al pensamiento de que todo tiene que pasar, por la llegada del “bien”.
Un acto que llama la atención, y que es una muestra más de su inocencia violenta, es que cuando encuentra “el Dorado”, ese lugar maravilloso que le ofrecía cubrir todas sus necesidades y la oportunidad de una mejor vida, renuncia a ello, se niega a la ayuda que le podían ofrecer.
Se niega también, a establecer todo tipo de vínculo profundo, lo que le impide la oportunidad de inventarse nuevamente (ya que es a través del contacto con el otro, como tenemos la oportunidad de reinventarnos).
Se presenta ante nuestra mirada un sí- mismo simple que solo vive, más no piensa a cerca de lo que vive. No se cuestiona nada. Actúa de manera mecánica dando respuesta a las situaciones vividas, pero nada más.
Siendo fiel a las enseñanzas de Pangloss, quien por otro lado, denota interés por resolver sus dudas existenciales, como: por qué fue creado un animal como el hombre en este mundo, discurrir acerca de las causas y los efectos del mejor de los mundos, del origen del mal, de la naturaleza del alma y de la armonía preestablecida, etc. Mantiene una postura cerrada ante la vida y sus ideas a cerca del “mejor de los mundos” llegan al punto del fanatismo.
Ya que como se había dicho antes, para él las “cosas” todas, tienen un por qué y ese por qué, es el mejor de los motivos, aunque la situación que viva sea el sufrimiento y el dolor. Esta visión cuasi religiosa, señala que en el sufrimiento está la llegada del paraíso.
La postura de Martín, se torna opuesta, pues con todo lo que ha vivido piensa que se vive en el peor de los mundos, pero al no poder hacer nada por cambiar las cosas vive con mayor tranquilidad…
Aquí es donde quiero profundizar en estas dos posturas; si bien en la primera tenemos la ingenuidad del pensamiento positivo y en la otra tenemos las implicaciones trágicas del pensamiento negativo. Lo importante ahora, es saber hacia donde o cómo, dirigirnos dentro y fuera del espacio analítico. Saber de qué lado se está inclinando en la vida, la persona que tenemos en frente  independientemente de su padecimiento, y plantearnos qué sería lo más recomendable: permitir que un paciente tenga una postura positiva ante la tragedia; o bien, que vea toda la oscuridad de la misma y que se permita saber que las cosas pueden venir peores de lo que ya están.
Para esto consideremos primero hasta donde nos han llevado ambas posturas. Actualmente  hay un sinfín de teorías que tienen la “buena intención de ayudar a la gente a encontrar el sentido de vida, dentro de ellas podemos encontrar a las teorías motivacionales. Como sabemos, estas se orientan hacia “la búsqueda de producir cambios en la vida a través de la autoaceptación y renovación de la autoimagen.”
Muestran sus ideas como un camino a la felicidad, pero ¿cuál es esa felicidad que se plantea? ¿Sobre qué está cimentada? ¿En un estándar que lleva al éxito? Y  ¿qué significado tiene el éxito, para estas teorías?
Investigando un poco sobre lo que nos aportan, me encontré con una página curiosa que hablaba sobre la “Teoría del caos”.
Esta es la denominación popular de la rama de las matemáticas y la física que trata ciertos tipos de comportamientos impredecibles de los sistemas dinámicos. La idea central de la Teoría del Caos es simple: en determinados sistemas naturales, pequeños cambios en las condiciones iniciales conducen a enormes discrepancias en los resultados.  Este principio suele llamarse el "Efecto Mariposa".
Hasta este punto, todos podemos estar de acuerdo con tal afirmación, sin embargo al continuar leyendo el artículo, la idea que se proyectaba era que, este “efecto mariposa” el hombre lo puede aplicar a su vida cotidiana para lograr el “éxito”, pero un éxito como sinónimo de saberse con la capacidad económica de poseer cosas. Dentro de lo que se postulaba estaba la idea de que: haciendo cambios simples en los hábitos y en el trabajo,  se puede lograr una vida “feliz”, es decir con dinero.
Cuando terminé el artículo, pensé en la falta de profundidad, con la que se estaba utilizando el concepto de “efecto mariposa”, ya que los cambios simples, no necesariamente nos llevan al éxito –se entienda como se entienda esta palabra- debido a que, depende mucho de los intereses individuales.
Lo importante aquí, es cuestionarnos a cerca de: ¿qué pasa cuando se alienta a una persona, a hacer determinadas acciones para mejorar su vida? Cuando los resultados que se obtengan, no se pueden  garantizar por nadie. ¿Cuál es la lógica que seguimos para decirle a alguien que todo va a salir bien?
Cuando alguien enferma de gravedad –por ejemplo- a veces, se hace casi inaceptable decir frases de “aliento” -que por cierto, tanto nos gustan- como: “no te preocupes, todo va a estar bien, ánimo, al mal tiempo buena cara”, o la frase favorita de Pangloss y Cándido “no hay mal que por bien no venga” etc. Estas frases, de fondo proyectan una gran falta de empatía al sufrimiento del otro, o bien, una negación terrible de la realidad.
Nuestro personaje, que seguía las enseñanzas de su maestro, en todo momento actuó de acuerdo a lo que deseaba. Pero esto no lo eximió de todas sus desgracias. En primer lugar se “atrevió” a aceptar el beso de Conegunda, cosa que lo llevó a sufrir su primer infortunio. Y a pesar de todo lo ocurrido en su vida seguía creyendo en su “idea de amor eterno” y de que lo que le pasaba estaba ligado al destino y que alguna recompensa debía tener al final de tanta pena.
Esto hace evidente, que no siempre podremos obtener “los mejores resultados”, podemos esforzarnos, dar lo mejor en la realización de un trabajo y hacer “lo que nos corresponde” o cuando enfermamos tomar el tratamiento completo etc., pero de lo demás, no tenemos el control. Cuando una persona se aferra a una idea positiva, como en el caso de Cándido, puede llegar a sentirse mayormente frustrado, al punto de la depresión y sin esperanza.
O bien, terminan conformándose con los pobres resultados que arrojan sus insignificantes acciones, por no haber volteado hacia otros campos u oportunidades.
Cándido como vimos, al final se conformó con lo que había. Decide casarse con Conegunda, aferrado a su idea de que así tenía que acontecer, cuando en realidad, en las condiciones que encuentra a Conegunda al final son deplorables y no le inspiraba más que una especie de lastima que se hace implícita en la lectura.
Regresando nuevamente al breve análisis sobre las teorías motivacionales, como la “teoría del caos” que acabo de describir, puedo casi asegurar que están hechas para personas que buscan soluciones fáciles y prácticas a sus problemas, pero que no les interesa profundizar en ellas, sino que desean encontrar soluciones que vengan de afuera y muestran poco interés por el cambio.
Por poner un ejemplo, los trabajadores asalariados, con la idea de que allí tienen todo asegurado, que se encasillan en un lugar o puesto de trabajo, sin tener la necesidad o deseo de moverse de lugar, de activar sus mentes hacia la búsqueda de conocimientos diferentes.
Se apegan a ideas falsas como: “la empresa es tu segunda familia” generando un sentimiento de profundo apego con el lugar donde “trabajan”, al grado que terminan por olvidar a la que sí lo es. Dentro de este rubro, hay quienes cumplen con jornadas absurdas de trabajo, y al final, terminan en un nivel de deshumanización que los hace actuar de manera mecánica y alienada.
Son muchas las ideas que se desprenden de las teorías motivacionales y muchos los autores que hablan sobre el tema. Sin embargo quisiera darle cabida al otro tipo pensamiento, el de “Martín” este hombre posee un tipo de pensamiento “pesimista” que refleja con claridad las ideas de Voltaire, es decir, que no estamos habitando el mejor de los mundos, sino el de los “peores” y como nada se puede hacer al respecto se vive con mayor tranquilidad.
Este es un pensamiento que genera controversia, pues para el contexto en el que se da la obra, las ideas de este personaje eran las más acertadas. Ya que era el único que no negaba la realidad cruel que se estaba desarrollando en la historia, a diferencia de Cándido y Pangloss que le ponían “al mal tiempo buena cara”. Ambos aceptaban todo, con una “esperanza pasiva” de la que E. Fromm (1968) dice: No se espera que ocurra nada en el ahora sino únicamente en el momento siguiente, el día siguiente o el año venidero, y si es bastante absurdo creer que la esperanza  puede realizarse en este mundo, se espera que ocurra en otro (paraíso).
Es evidente entonces, que Cándido y Pangloss esperan pasivamente, ya que aceptaban todo como “la fuerza del destino” que en algún momento los iba a recompensar. Esta mirada al mundo de ambos personajes, que se torna como fanática en el sentido de que para ellos la idea del “mejor de los mundos” era casi una verdad absoluta; me hace pensar en lo que Cioran (1949) hablaba a cerca de este tipo de pensamiento. Pues consideraba que: en sí misma toda idea es neutra o debería serlo, pero el hombre la anima, proyecta en ella sus llamas y sus demencias; impura, transformada en creencia, se inserta en el tiempo, adopta figura de suceso: el paso de la lógica a la epilepsia se ha consumado… así nacen las ideologías, las doctrinas y las farsas sangrientas.
En esta parte Cioran –desde mi punto de vista- devela, a la rigidez de pensamiento dentro de cualquier ideología o doctrina, que ciega al hombre a percibir un mundo de posibilidades, la tendencia del hombre a pertenecer a un tipo de creencia, pues eso le da una “falsa seguridad”, cuando no son más que marionetas de unos cuantos con poder. Es como si el hombre por naturaleza gustara de ser engañado, como si la mentira calmara la ansiedad ante la realidad, y lo lleva así,  a la espera del mañana, porque mañana todo tendrá respuesta a lo que acontece hoy.
Por otro lado nuevamente Cioran (1949) expresa: me basta escuchar a alguien hablar sinceramente de ideal, de porvenir, de filosofía, escucharle decir “nosotros” con una inflexión de seguridad, invocar a los “otros”, sentirse intérprete, para que lo considere mi enemigo. Veo en él, un tirano fallido, casi un verdugo tan odioso como los tiranos y los verdugos de gran clase. Es que toda fe ejerce una forma de terror, tanto más temible cuanto que los “puros” son sus agentes.
Es en esta parte, pareciera que Cioran percibe en aquellos que creen poseer la verdad, matices de una enfermedad perversa, que los lleva a crear todos los medios posibles para convencer a los otros y orientarlos hacia su camino.
Pero hay algo en común, que también es cierto y que podemos observar en quienes se apegan a estos lideres que promulgan la verdad, -como en las religiones por citar un ejemplo- es que son de carácter improductivo (Fromm, 1953) de tipo receptivo, que buscan en el otro soluciones mágicas a las situaciones de la vida, se crean ídolos y dioses, porque ellos mismos no son capaces de enfrentar a la realidad. Son demandantes pues en ellos no existe la posibilidad o la idea de crear, se sienten indefensos ante el mundo, desamparados y sin salida. Lo que hace que el apego a los grupos, sectas, o deidades sea de tal fuerza que su esperanza siga siendo pasiva, el “destino” pues -como lo dice Ciorán- se convierte en su palabra selecta. Pues es su dios quien se encargará de solucionar su existencia.
Es por ello que esta postura del pensamiento negativo, no es que ofrezca una solución ante los acaecimientos de la vida, tampoco da esperanza de nada, es más a la esperanza la repudia.
Más bien lo que propone es una constante supervisión de sí mismo “quien quiera conocer sus síntomas y su gravedad se equivocará en ir a buscarlos lejos, que se observe a sí mismo…” nos dice Cioran. Esto permitirá dejar de caer en la abulia que en sí misma es contagiosa y atractiva, pues aparta al hombre del reto que le representa vivir.
Lo que se propone se encuentra en el movimiento, en la acción, en la rebeldía, en el cinismo de hacer lo que  nadie más haría. Sacar al “loco” del escondite en el que se le ha encerrado.
Apelo entonces a un psicoanálisis que no se encargue de ayudar al otro a que se “adapte” a la realidad de manera alienada, sino a un psicoanálisis que promueva la rebeldía, que incite al verdadero cambio, al encuentro con lo que se ha olvidado del sí mismo. Que genere autocrítica, pero también promueva la creatividad.
Hace unos días en una platica acerca de Heidegger, el Dr. Jorge Juanes (filósofo y crítico de arte), decía algo que inmediatamente capturó mi atención y era que desde el punto de vista fenomenológico, lo que Heidegger planteaba con el ser  y el estar ahí, era que el hombre existe por el simple hecho de estar y de reconocerse en el mundo en cuanto a tal, pero en su opinión, “la existencia es algo que se decide y que se trabaja, somos lo que trabajamos para ser, el ser no existe por ser pasivo sino que  se conoce por la acción”.
A esto yo agregaría,  somos seres en construcción, pero una construcción que siempre está incompleta, que nunca se acaba, porque cuando esta construcción termina, nos alcanza de manera inminente la muerte, aunque el corazón siga latiendo.
En la última parte de la obra de Cándido, el reconocimiento que Voltaire deja ver, es que sólo el trabajo es lo que hace que vivir valga la pena. Sin embargo no plantea una idea de trabajo enajenante, ni de un trabajo que esclavice. Lo que al final se deja ver en la novela es la propuesta de cultivar de crear lo propio para la sobrevivencia.
Hasta aquí, tenemos una idea aproximada al pensamiento negativo, que más que encasillar esta postura en “pesimista”, lo que permite es abrirse a la oportunidad de reconocer el panorama completo de la realidad, aunque ésta sea diferente para cada persona, es ver desde qué punto se va a partir.
El día de hoy no pretendo clasificar a estas reflexiones como puramente existencialistas, ni psicoanalíticas, sino, son reflexiones que invitan a la apertura de pensamiento, invitan a no casarnos con ninguna idea de lo que “se es” en el mundo, el decir “soy psicólog@”, psicoanalista, filósofo, médico, etc. ¿En qué nos define realmente? Lo importante es dar oportunidad de encuentro, no a la fusión, pero sí a la asimilación de qué se plantea en un marco de acción y qué se puede plantear en otro.
Todo con la intención de que como seres humanos y en el espacio analítico, podamos tener la posibilidad de ser creativos, o como lo decía un filósofo amigo G. Algarra (2012) de “atrevernos al eclecticismo”, de tal forma que podamos brindar a la persona que tenemos enfrente ese holding que no solo sea un continente, sino que se convierta en un espacio de creación de ideas, un espacio productivo de trabajo, en donde no se fomente la idealización, ni la dependencia  al terapeuta, sino la igualdad de pensamiento y posibilidad de encuentro con lo que se ha perdido.
Ya que en muchos casos, se pretende que el espacio analítico sea como “el Dorado” este lugar al que Cándido llega y en donde todo es equilibrio, pues se han sobrepasado a las necesidades básicas, analizando esta perspectiva podríamos equiparar la ideología de este  pueblo a la representación mágica de lo que se llama en psicoanálisis un “pecho bueno” (nutricio) que brinda, que es cálido, en el que no se haya nada de maldad. Esto puede ser peligroso, pues también sería sinónimo de estancamiento, inmovilidad, de muerte, una parálisis de pensamiento que no crea porque todo se le está dando.
Para generar se debe tener deseo, y sentir frustración, esto  nos abre la oportunidad de la búsqueda constante.
Para concluir quisiera dejarlos con esta frase de Cioran: existir es sacar provecho de nuestra parte de irrealidad, es vibrar al contacto con el vacío que está en nosotros. El fantoche por su parte, permanece insensible al suyo, lo abandona, lo deja caer…
Permitámonos pues la caída al vacío, y acompañemos al otro en el transcurso.


Bibliografía:
  • Arouet, Francois Marie (1962) “Cándido o el optimismo”. México: Colofón.
  • Christopher, Bollas (1994) “Ser un personaje”. Argentina: Amorrortu.
  • Cioran, M.E. (1949) “Adiós a la filosofía y otros textos”. Madrid: Alianza Editorial.
  • Heidegger, Martin. (1927) “El ser y el tiempo”. México: Fondo de cultura económica.
  • Fromm, Erich (1968) “La revolución de la esperanza”. México: Fondo de cultura económica.
  • http://www.semana.com/vida-moderna/piense-negativo/183808-3.aspx