miércoles, 23 de mayo de 2012

Relaciones Objetales


Otto Kernberg

Relaciones reciprocas de las hipótesis formuladas: un modelo de desarrollo centrado en las relaciones objetales.
Para Kernberg la internalización de las relaciones objetales representa un factor crucial de organización para el desarrollo del yo y del superyó. La formación de introyecciones, identificaciones y de la identidad del yo constituyen una secuencia progresiva en el proceso de internalización de las relaciones objetales.
El yo temprano debe cumplir dos tareas fundamentales: 1) la diferenciación entre autoimágenes  e imágenes objetales, y 2) la integración de autoimágenes objetales constituidas bajo la influencia de los derivados de instintos libidinales y sus afectos afines, con las correspondientes imágenes del sí-mismo e imágenes objetales constituidas bajo la influencia de los derivados de instintos agresivos y sus afectos afines.
Las imágenes del sí-mismo y objetales “totalmente buenas” y “totalmente malas” interfieren considerablemente con la integración del superyó, porque crean fantásticos ideales de poder, grandeza y perfección en lugar de exigencias y metas más realistas impuestas por un ideal del yo constituido bajo la influencia de imágenes ideales del sí-mismo y objetales, más integradas y moderadas. La proyección de imágenes “malas” del sí-mismo y objetales determina, mediante la reintroyección de vivencias distorsionadas de los aspectos parentales frustrantes y punitivos, un predominio patológico de precursores superyoicos sádicos y la consecuente incapacidad de integrar los componentes superyoicos idealizados con los que representan amenazas sádicas. Todo esto provoca una deficiente integración del superyó y una tendencia a reproyectar núcleos superyoicos.
Por el contrario, cuando las relaciones objetales internalizadas “buenas” y “malas” (en las que participan imágenes del sí-mismo, imágenes objetales, imágenes del sí-mismo ideal e imágenes objetales ideales) están suficientemente integradas como para permitir a su vez la integración del concepto del sí-mismo y del “mundo de las representaciones”, es posible llegar a una identidad del yo estable.
El desarrollo de este nivel de integración dentro del yo da lugar a las condiciones necesarias para que los precursores superyoicos sádicos se integren con el ideal del yo y para que sea posible internalizar demandas y prohibiciones realistas de las imágenes parentales.

Consecuencias para el diagnóstico, el pronóstico y el tratamiento
Desde el punto de vista del diagnóstico, la clasificación propuesta de la patología caracterológica puede ser útil para diferenciar tipos patológicos que en un primer momento presentan dificultades diagnósticas en casos individuales. 
Desde el punto de vista del pronóstico general, la clasificación propuesta refleja tres niveles de gravedad de la patología caracterológica. En los pacientes comprendidos en el nivel superior de la patología, el pronóstico para tratamiento psicoanalítico es muy bueno; estos pacientes responden muy bien al psicoanálisis. El pronóstico es menos favorable en el nivel intermedio; en general, los pacientes incluidos en este nivel requieren tratamiento analítico más prolongado y en ocasiones los objetivos terapéuticos deben ser menos ambiciosos. El pronóstico para el nivel inferior es en todos los casos serio; el tratamiento analítico convencional y sin modificaciones habitualmente se contraindica o requiere un período preparatorio de psicoterapia expresiva.       

Kenrberg ha propuesto una clasificación de la patología del carácter que intenta cumplir los siguientes fines:
1) Establecer criterios psicoanalíticos para el diagnóstico diferencial entre los distintos tipos y grados de severidad de la patología caracterológica.
2) Esclarecer la relación que existe entre un diagnóstico caracterológico descriptivo y un análisis metapsicológico, especialmente estructural.
3) Establecer un ordenamiento de subgrupos de patología caracterológica, según su gravedad.

Esta clasificación se basa en el convencimiento de que el estudio diagnóstico de los pacientes debe incluir factores estructurales y genético-dinámicos, además de los puramente descriptivos.

Otras observaciones acerca del manejo de la transferencia

La transferencia de los pacientes fronterizos presenta diversos peligros y problemas técnicos. En primer lugar, el terapeuta puede sentirse tentado de interpretar directamente las manifestaciones transferenciales que, por su naturaleza primitiva, parecen reflejar las experiencias humanas reales más tempranas o más primitivas.
En segundo lugar, la confusa e intensa activación afectiva, en cuyo marco el paciente conserva sólo una pequeña parte de su capacidad para observar lo que está sintiendo, puede hacer que el terapeuta preste atención exclusivamente a la disminución o las fallas del funcionamiento yoico, llevándolo así a pasar por alto aquello que el material movilizado en la transferencia refleja de las relaciones objetales.
En tercer lugar, el error opuesto consistiría en analizar en profundidad la relación objetal, sin prestar suficiente atención al funcionamiento yoico del paciente.
Un cuarto riesgo es el de basarse exclusivamente en el análisis de la primitiva relación objetal en el aquí y ahora de la transferencia, considerando a ésta como un encuentro emocional correctivo y descuidando la tarea de integrar de manera gradual imágenes del sí-mismo e imágenes objetales en relaciones objetales internalizadas más reales y en una transferencia de naturaleza más avanzada que permita reconstrucciones genéticas más exactas. 
El enfoque técnico que propone Kernberg para los pacientes fronterizos significa entonces prestar atención de manera simultánea a la interacción inmediata, a las percepciones del paciente y a las distorsiones de estas durante la sesión y a las relaciones objetales internalizadas, de tipo primitivo y fantaseado, que se movilicen en la transferencia, de modo que lo más superficial y lo más profundo llegue a integrarse en vivencias humanas cada vez más complejas.

Contratransferencia

Al trabajar con pacientes fronterizos o con regresiones profundas, contrariamente a lo que ocurre con los que sufren neurosis sintomáticas o trastornos caracterológicos, el terapeuta tiende a experimentar, ya desde el comienzo del tratamiento, respuestas emocionales intensas que tienen que ver más con la transferencia prematura, intensa y caótica del paciente y con su propia capacidad para tolerar la tensión psicológica y la ansiedad, que con cualquier problema específico de su pasado. La contratansferencia se convierte así en un importante instrumento diagnóstico, capaz de proporcionar información acerca del grado de regresión del paciente, de su posición emocional predominante ante el terapeuta y de las variaciones de esta posición. Cuanto más intensa y prematura es la reacción emocional del terapeuta al paciente, más amenazada se ve su naturalidad; y cuanto más fluctuante y caótica es, mayores son las posibilidades de que el  terapeuta esté en presencia de un paciente que sufre una grave regresión.

domingo, 13 de mayo de 2012

A cerca de los celos

A cerca de los celos...




El padre de Desdémona es sumamente celoso y autoritario, se manejan en relaciones de poder,  de tipo sadomasoquistas.
Otelo se dice que cortejaba a la novia de Yago, y él por venganza quería hacerle creer que Desdémona le era infiel con Casio.  Logrando al fin que Otelo se desgarrara el alma creyendo en el engaño de Desdémona.
“Feliz el engañado que descubre el engaño y consigue aborrecer a la engañadora, pero ¡Ay del infeliz que aún la ama, y la duda, y vive entre el amor y recelo¡"
Otelo no tenía dudas del amor de Desdémona. Sin embargo Yago se encarga de que así sea. Hace que Otelo viva una tortura psicológica pensando que Desdémona efectivamente le es infiel.
Y por su lado Yago jugaba con el amor que Rodrigo le tenía a Desdémona. Finalmente Otelo se vuelve loco de celos, mata a Desdémona y se acaba matando él cuando se entera que todo fue un engaño.


De acuerdo con la teoría de Melanie Klein uno de los mecanismos de defensa más comunes en el ser humano es la fantasía inconsciente, este es una función del yo, el cual ayuda a huir de la realidad.
En el caso de los celos, nos explica que se idealiza a la persona, con el mecanismo de defensa de idealización, donde el objeto sólo pertenece a esa persona.
Cuando se considera la relación entre la fantasía y los mecanismos de defensa de introyección y proyección se aclara en cierta medida la relación existente entre la fantasía inconsciente, mecanismos y estructura mental.
Conforme se da el desarrollo se introyectan a las figuras parentales y conforme va creciendo el niño se acrecienta el sentido de realidad, los objetos internos se aproximan más a las personas reales del mundo exterior. El yo se identifica con algunos de estos objetos reales: identificación proyectiva. Algunos de los objetos permanecen internos que a veces se siente que atacan al objeto ideal tanto como al yo. De este modo se va construyendo un mundo interno complejo.
El yo se escinde y proyecta fuera de su parte que contiene al instinto de muerte, poniéndola en el objeto externo original; el “pecho malo” y amenazador para el yo, dando como resultado un sentimiento de persecución. De este modo el miedo original al instinto de muerte se transforma a miedo al perseguidor. Este miedo se proyecta afuera para evitar la ansiedad.
Klein considera que la envidia se da primero que los celos, considerándola una de las emociones más primitivas y fundamentales.
Los celos se basan en el amor y su objetivo es poseer al objeto amado y excluir al rival. Corresponde a una relación triangular, donde los objetos están perfectamente identificados. En cambio la envidia no necesariamente incluye a objetos totales.
El objeto de la voracidad es  poseer todo lo bueno que pueda extraerse del objeto, sin considerar las consecuencias.  Esto puede tener por consecuencia la destrucción del objeto, como Desdémona.
En la envidia el objetivo es ser tan bueno como el objeto y si no se logra también se destruye el objeto. En la envidia existe más el tinte libidinal que en la voracidad que está empapada del instinto de muerte.
Las mujeres  sólo resultaban deseables como posesión del padre y parecían no tener valor por si mismas (como el padre de Desdémona).
Según Fromm es una forma de amor neurótico son los mecanismos proyectivos, a fin de evadirse de los propios problemas y concentrarse en cambio en los defectos y flaquezas del otro.

viernes, 11 de mayo de 2012

Un ejemplo de carácter necrofílo


LA AGRESIÓN MALIGNA: NECROFILIA
(“Anatomía de la destructividad humana”, Erich Fromm)




El concepto tradicional

El vocablo “necrofilia”, amor por lo muerto, se ha aplicado generalmente tan sólo a dos tipos de fenómenos: 1) la necrofilia sexual, o sea el deseo de un hombre de tener coito o cualquier otro tipo de contacto sexual con un cadáver de mujer, y 2) la necrofilia no sexual, el deseo de manejar, de estar cerca o de contemplar los muertos y en particular el deseo de desmembrarlos. Pero no se ha aplicado esta palabra a una pasión radicada en el carácter, que es el terreno donde se desarrollan sus más francas y brutales manifestaciones.


El carácter necrófilo

Éste carácter es una forma extrema donde la necrofilia es el rasgo dominante. En realidad, la mayoría de las personas son una mezcla de tendencias necrófilas y biófilas, y el conflicto entre unas y otras suele ser causa de desarrollo productivo.
La necrofilia en sentido caracterológico puede describirse como la atracción apasionada por todo lo muerto, corrompido, pútrido y enfermizo; es la pasión de transformar lo viviente en algo no vivo, de destruir por destruir, y el interés exclusivo por todo lo puramente mecánico. Es la pasión de destrozar las estructuras vivas.

  • Sueños necrófilos:
La atracción por lo muerto y pútrido puede observarse con suma claridad en los sueños de las personas necrófilas.

  • Acciones necrófilas “no intencionales”:
Los sueños son una de las expresiones más explícitas de los anhelos necrófilos, pero de ninguna manera la única. A veces las tendencias necrófilas pueden expresarse en acciones marginales, no intencionales. Un comportamiento marginal de los más frecuentes es la costumbre que tienen algunas personas de romper o mutilar objetos pequeños como los cerillos o las flores; algunos se lastiman hurgando en las heridas. La tendencia se manifiesta con mayor energía cuando la gente daña algo bello, como un edificio, un mueble… y en los casos extremos tasajea un cuadro de museo o se hiere a sí mismo.
Otra ilustración de comportamiento necrófilo puede hallarse en las personas (sobre todo estudiantes de medicina y médicos) que se sienten especialmente atraídas por los esqueletos.
Otra manifestación del carácter necrófilo es la convicción de que el único modo de resolver un problema o un conflicto es la fuerza y la violencia.
Una manifestación algo menos drástica de necrofilia es el interés marcado por todas las formas de enfermedad, así como por la muerte.
Un rasgo algo menos identificable de la persona necrófila es el tipo particular de ausencia de la vida que se observa en su conversación.
Otra dimensión de las reacciones necrófilas es la actitud respecto del pasado y la propiedad. Para el carácter necrófilo sólo el pasado es una experiencia muy real, no el presente ni el futuro. Lo que fue, o sea lo que está muerto, rige su vida: propiedades y posesiones.


Otro aspecto de la necrofilia es su relación con el color. La persona necrófila en general siente predilección por los colores oscuros, que absorben la luz, como el negro o el pardo, y le disgustan los colores radiantes y vivos.
La persona necrófila se caracteriza por una afinidad especial por los malos olores. Y se manifiesta de dos formas: 1) el goce franco con los malos olores; y 2) la represión del deseo de aspirar los malos olores (la forma más frecuente). Su fascinación por tales olores frecuentemente da a estas personas la apariencia de “olfateadores”.
Otro elemento característico en la expresión facial es la incapacidad de reír que tiene el necrófilo. Pero, también la piel suele delatar a los necrófilos: da la impresión de ser inerte, seca, lívida. 
     
  • El lenguaje necrófilo:
El lenguaje de la persona necrófila se caracteriza por el empleo predominante de palabras relacionadas con la destrucción, las materias fecales y el WC. Si bien la palabra “mierda”  es hoy muy empleada, de todos modos no es difícil discernir aquellas personas para quienes es favorita, mucho más que en su empleo normal.

  • Relación entre necrofilia y culto a la técnica:
Las características más simples y notorias del hombre industrial contemporáneo son: supresión de su interés focal por la gente, la naturaleza y las estructuras vivas y creciente atracción hacia los artefactos mecánicos y sin vida.
Otro ejemplo es la toma de fotografías, que ha llegado a remplazar el ver. No es lo mismo mirar que ver. Ver es una función humana, uno de los mayores dones que tiene el hombre; requiere actividad, receptividad interior, interés, paciencia y concentración.
Otro ejemplo es el que no sabe pasarse sin mecanismos y artilugios para cualquier cosa, el que se aplica a remplazar toda aplicación de esfuerzo humano por un artefacto “manual”, “cómodo”, “para economizar trabajo”.

Es importante señalar que al hablar de este tipo de comportamiento Fromm se refiere a aquellos individuos en que el interés por los artefactos ha remplazado el interés por lo vivo y que tratan las cuestiones técnicas de modo pedante e inanimado.

Fromm se pregunta ¿Es justo que interpretemos el espíritu de la sociedad “tecno trónica” como necrófilo?
Para responder a esta cuestión es necesario aclarar la relación entre el carácter anal-acumulativo y la necrofilia.
La necrofilia puede describirse como la forma maligna del carácter anal.
Este nuevo tipo de hombre no se interesa, después de todo, en las heces fecales ni en los cadáveres; desvía su interés de la vida, las personas, la naturaleza, las ideas, es decir, de todo cuanto es vivo; transforma toda la vida en cosa, incluso él mismo y las manifestaciones de sus facultades humanas de razonar, ver, oír, gustar, amar. La sexualidad se convierte en destreza técnica (“la máquina de amar”); y el amor o la ternura que tenga el hombre se dirigen hacia las máquinas y los accesorios.
El mundo de la vida se ha convertido en mundo de “no vida”; las personas son ya “no personas”, un mundo de muerte. La muerte ya no se expresa simbólicamente por heces ni cadáveres malolientes. Sus símbolos son ahora máquinas limpias y brillantes.
Hay otra relación que surge cuando consideramos el carácter del hombre cibernético, totalmente enajenado: sus aspectos esquizoides o esquizofrénicos. Porque el rasgo más notorio es la escisión entre pensamiento, afecto y voluntad. El hombre cibernético es de orientación casi exclusivamente cerebral: es un hombre monocerebral. Su modo de ver el mundo entero en torno suyo –y de verse a sí mismo- es intelectual; quiere saber lo que son las cosas, cómo funcionan y cómo pueden construirse o manipularse. 
  
Hipótesis sobre el incesto y el complejo de Edipo

Para Fromm el ambiente familiar muy mortecino y necrófilo suele ser un factor que contribuye a la formación de la necrofilia. Por lo que presenta una hipótesis acerca de lo que pueden ser las raíces más tempranas de la necrofilia: el fenómeno del incesto, conocido por el concepto freudiano del complejo de Edipo. 
Dice Fromm que el aspecto sexual de la atracción hacia la madre es en sí un signo positivo. Demuestra que la madre se ha hecho persona, mujer, y que el niño es ya un hombrecito. La intensidad particular de la atracción sexual que se advierte en algunos casos puede considerarse defensa contra una dependencia pasiva más infantil. En aquellas situaciones en que el lazo incestuoso con la madre no se resuelve aproximadamente por la época de la pubertad y dura toda la vida nos hallamos ante un fenómeno neurótico; el varón seguirá dependiente de la madre o de sus sustitutas, temeroso de las mujeres y más niño de lo que es bueno para cualquier adulto.
Este vínculo ardiente, de tinte erótico y con frecuencia sexual, con la madre es lo que tenía presente Freud cuando describió el complejo de Edipo. Este tipo de fijación incestuosa es muy frecuente, pero hay otro, mucho menos frecuente, que tiene aspectos muy diferentes y podría llamarse maligno. En la hipótesis de Fromm, es este tipo de fijación incestuosa el que está relacionado con la necrofilia, y de hecho puede considerársele una de sus raíces más tempranas.
Por lo que puede decirse que el incesto benigno es en sí una fase normal y transitoria del desarrollo, mientras que el incesto maligno es un fenómeno patológico que se presenta cuando ciertas condiciones inhiben la formación de lazos incestuosos benignos.
Esta atracción incestuosa por la muerte, cuando existe es una pasión en conflicto con todos los demás impulsos que combaten a favor de la conservación de la vida. De ahí que opere en las tinieblas y por lo general sea enteramente inconsciente. La persona que tiene esa tendencia incestuosa maligna intentará relacionarse con la gente mediante vínculos menos destructivos, como el dominio sádico sobre los demás o la satisfacción del narcisismo conquistando una admiración ilimitada. Si su vida le proporciona soluciones relativamente satisfactorias como el éxito en el trabajo, el prestigio, etc., la destructividad tal vez no se manifieste nunca francamente de ningún modo grave. Pero si tiene fracasos, las tendencias malignas pasarán al primer plano y la dirección suprema será para el ansia de destruir – así mismo y a los demás.

La relación de los instintos freudianos de vida y muerte con la biofilia y la necrofilia

El instinto de vida (Eros) se esfuerza en combinar la sustancia orgánica en unidades cada vez mayores, mientras el instinto de muerte trata de separar y desintegrar la estructura viva. Esta es la relación del instinto de muerte con la necrofilia. Para aclarar la relación entre instinto de vida y biofilia es necesario explicar ésta última.
Es la biofilia el amor apasionado por la vida y todo lo vivo, el deseo de crecimiento o desarrollo en una persona, un vegetal, una idea o un grupo social. La persona biófila prefiere construir a conservar. Quiere ser más y no tener más.
La ética biófila tiene sus principios de bien y de mal. El bien es todo cuanto favorece a la vida y el mal es todo cuanto sirve para la muerte.
La diferencia entre el concepto freudiano y el que presenta Fromm no radica en su sustancia sino en el hecho de que en el concepto freudiano las dos tendencias tienen igual categoría, por ser ambas biológicamente dadas. Por otra parte, la biofilia se entiende relacionada con un impulso biológico normal mientras que la necrofilia se entiende como un fenómeno psicopatológico. Es el resultado de la vida no vivida, la consecuencia de no haber llegado a cierta etapa, más allá del narcisismo y la indiferencia. La destructividad no es paralela a la biofilia sino su alternativa. El amor a la vida o el amor a la muerte son la alternativa fundamental que confronta todo ser humano. La necrofilia se incrementa en la medida en que se trunca el desarrollo de la biofilia. El hombre está biológicamente dotado para la capacidad de la biofilia, pero psicológicamente tiene como solución alternativa el potencial para la necrofilia.


Métodos clínicos y metodológicos

Los métodos que pueden emplearse para descubrir el carácter necrófilo son:

a)      La observación atenta del comportamiento de una persona, sobre todo inintencional, incluyendo la expresión del rostro, la elección de las palabras, pero también su filosofía general y las decisiones más importantes que la persona ha tomado en su vida;
b)      El estudio de los sueños, las bromas y los fantaseos;
c)      La evaluación del trato que la persona aplica a las demás, el efecto que produce en ellas y qué tipo de gente le gusta o le disgusta;
d)      El empleo de tests proyectivos como el de las manchas de tinta de Rorschach.  

martes, 1 de mayo de 2012

ESPIRITU Y SOCIEDAD




 ESPIRITU Y SOCIEDAD

Erich Fromm

(VI obra póstuma)


c) La relación esencial

Si queremos definir qué se entiende por “relación esencial, dice Fromm, resulta difícil, porque ésta, o la experimentamos o no la experimentamos.   Pero si queremos expresarlo con palabras, es como la diferencia entre experimentar mi “yo” como un ego, como un objeto; y la experiencia del “yo” como la de un sujeto activo de mis facultades, la experiencia por la que me olvido de mí mismo, aunque yo sea más plenamente yo mismo al expresarme.

Fromm encuentra que el símbolo más natural y convincente de esto es el amor sexual, porque en el acto de la relación sexual, el hombre y la mujer se olvidan de sí mismos y cuando esto no es así, él resulta impotente y ella frígida.  Además, el hecho de que dos personas duerman juntas, no significa que mantengan una relación esencial.

Otra característica de la “relación esencial” es que no es superficial, y que supone estar verdaderamente interesados por el otro.  Podemos tener interés, escuchar con atención, y sin embargo seguir estando fuera de este otro, tal como con toda legitimidad piensa el fisiólogo en el conejo, y el químico en el fluido, es decir:   son cosas del mayor interés, son objeto de gran concentración, pero siguen estando ahí fuera, mientras uno está aquí.

Por otra parte, si yo veo realmente a otro y en él me veo realmente a mí mismo, dejo de juzgar, es decir, si verdaderamente vemos a una persona, aunque sea el peor villano, y en ese momento vemos lo que nosotros somos, en ese momento dejamos de juzgar (al otro) y a la vez dejamos de sentirnos culpables por lo que nosotros somos (y que en este momento vemos en él). Y,  si uno ve lo que uno es, en ese momento deja de sentirse culpable, porque tiene este sentimiento: “Soy yo”.

No es cuestión de tolerancia, sino de algo muy distinto.  En el momento en que uno se ve a sí mismo, o ve a otro plenamente, no juzga, porque se halla embargado por el sentimiento y la experiencia “así que eres tú”, y también por la experiencia “Y, ¿quién eres tú para juzgar?”.  A Fromm, el budismo zen le sirvió mucho para superar una actitud de juzgar que le venía de sus antecedentes bíblicos.

Pero, al lograr ver realmente al otro, en ese momento no sólo ocurre que dejamos de juzgar, sino que ganamos también cierto sentido de unión, de participación, de identidad.   Se vivencia un sentimiento de solidaridad humana cuando una o las dos personas pueden decirse “así eres tú cuando yo lo comparto contigo”.  Aparte del amor pleno, es la experiencia más satisfactoria, más maravillosa y más vivificante que pueda darse entre dos personas.

d) En la relación terapéutica

En el momento que eso sucede, el paciente ya no se siente aislado, pues siente que lo comparto con él, que yo puedo decir “eres tú” y puedo decirlo sin cortesía, ni descortesía.  Esto le reporta un gran alivio a su aislamiento.

Una vez que hablemos al paciente desde nuestra experiencia y con este tipo de relación, podemos decirle cualquier cosa sin que se sienta ofendido.  Y a veces intentamos ocultar lo que de nosotros no quisiéramos revelar al paciente porque nos desagrada y resulta que en realidad, el paciente lo ha sabido siempre, aunque no se permite saberlo de manera consciente.

Freud simbolizó en el espejo el desapego del psicoanalista, esto es, la llamada actitud científica de laboratorio.  Pero el símbolo del espejo se ha empleado a menudo en un sentido diferente.   El espejo es lo que todo lo recibe y no retiene nada, y Fromm cree que efectivamente un factor esencial de este tipo de relación es que uno como analista, lo recibe todo y no quiere retener nada.  Yo estoy, dice Fromm, completamente abierto a él y todo lo que le prometo es esto: “cuando usted venga, yo estaré completamente abierto a usted y le responderé con todas las cuerdas mías que las cuerdas suyas hayan tocado”.  Agrega que esto es todo lo que podemos prometer, y es una promesa que sí podemos cumplir.  No podemos cumplir la promesa de que lo curaremos, no podemos cumplir ni siquiera la promesa de que lo entenderemos todo, pero sí podemos cumplir la promesa de estar completamente abiertos y de responder.

Nosotros, los psicoanalistas, además de estar interesados en el paciente debemos estar relacionados con él, y esto último es lo único que importa.  La diferencia entre estar interesados y estar relacionados con el paciente, se entiende si hemos conocido la diferencia entre gustarnos alguien, estar interesados por alguien, y la plena relación esencial con una persona ante la cual sentimos verdaderamente el “eres tú”.  En la relación terapéutica, debemos olvidar que nosotros somos el médico, que nosotros tenemos que ser los sanos y sólo el paciente el enfermo.  Y eso no debemos olvidarlo, pero a la vez debemos olvidarlo.   Porque mientras yo esté creyendo que yo soy normal y él está chiflado, no podré ver que somos iguales, a pesar de que, al mismo tiempo, no seamos iguales.  Además, mientras piense que yo lo estoy curando, no experimentaré plenamente la situación de estar relacionado.

e) La comprensión del paciente en su totalidad

Ver al paciente significa verlo como a una persona que es protagonista de un drama, que ha nacido con ciertas cualidades, que ha luchado y ha sobrevivido a esta lucha con toda dificultad, pero habiendo encontrado en ella sus especiales y peculiares soluciones individuales a la vida.   En efecto, el nacer plantea un problema, porque la existencia humana es contradictoria.   Y no hay más que unas cuantas soluciones a este problema, los diversos tipos de soluciones regresivas y la solución progresiva.  Fromm asegura que no hay más de seis u ocho.  El y los demás humanistas saben cómo ha reaccionado siempre el género humano a este problema.  

Así, debemos comprender la existencia de cada persona como un drama en el que da su buena o mala solución particular al problema de la vida.  Y hemos de comprender la solución total que le da.  Esta puede ser la regresión completa al seno materno, la de permanecer en el pecho materno, la obediencia a los mandatos del padre, y la progresiva, que consiste en el pleno desarrollo de las facultades humanas.

Debe entenderse que la solución que un hombre da al problema de la vida no toma un poco de aquí y un poquito de allá.  Es una totalidad, es siempre una estructura.  Y sólo podemos comprender a ese hombre comprendiendo la estructura total de la solución que da a la existencia, ya sea que este hombre sea  psicótico, o neurótico, o lo que se llama sano.  Desde la primera hora de consulta debiéramos preguntarnos “cuál es el argumento del drama” y toda persona se vuelve extraordinariamente interesante cuando entendemos su drama.


f) La comprensión de lo inconsciente social

Fromm afirma que uno no puede separar su modo de relación con el paciente, de su modo de relación con las personas en general, de modo que si uno es ingenuo y ciego con sus conocidos y con todo el mundo, será exactamente igual de ingenuo y ciego con sus pacientes.  La manera de relacionarse es una facultad, toda una orientación, es algo que está en nosotros y no en el objeto.  Si estoy preso de la ficción y de la irrealidad en cuanto a las demás personas en general, igual de preso en la ficción estaré respecto del paciente dice Fromm.    Lo cual quiere decir también otra cosa: que si verdaderamente queremos comprender lo inconsciente, eso que existe pero que el filtro social, no permite que emerja a la conciencia, tenemos que sobrepasar el marco de referencia de nuestra sociedad, es decir: sólo podemos comprender plenamente lo inconsciente siendo críticos, de otra forma sólo comprenderemos una pizca extra de miedo, una pizca extra de angustia, o una pizca extra de enajenación, pero esta pizca no basta para comprender a una persona.    Por otra parte, es muy necesario comprender otras sociedades y otras culturas, desde las primitivas hasta las civilizadas, para comprender y ver sencillamente otras posibilidades de estructuras y experiencias que para nosotros son inconscientes.   Como caso ilustrativo de esto último Fromm cita a los bersekers, una tribu germana de la Edad Media, cuyo nombre significa literalmente “camisas de oso”.  El fin de esta sociedad era transformar a sus miembros iniciados en animales de presa, en osos, y esta era la suprema realización espiritual, volver a ser animal.   Y la señal de haberlo conseguido era la furia más grande que una persona pueda mostrar, una furia frenética.  Pero se trataba de una cosa muy consciente, porque en esta furia frenética creía haberse desprendido de todo lo humano y haberse convertido en animal, lo que fue su vida primitiva.  Si pensamos en que de los “camisas de osos” a los “camisas pardas” habían transcurrido sólo mil quinientos años, y si pensamos que un hombre como Hitler, con su particular locura: sus frenéticas furias eran uno de sus rasgos más característicos.   

De lo anterior concluye Fromm que si queremos ver a una persona que tiene una furia frenética y conocemos los antecedentes antes mencionados de sus ancestros, entonces veremos que esa furia frenética no sólo es una curiosa rareza suya, y hablaremos de la agresividad y destructividad de su madre, etc., sino que se trata de una solución al problema de la vida.  Es una religión oculta, particular.

4. Aspectos de la labor terapéutica

a) Estimar las posibilidades de reforma del paciente
El fin de un psicoanálisis es comprender lo que hay de disociado en un paciente y ayudarlo a que él lo comprenda, pero ¿tenemos un plan? pregunta Fromm, y al mismo tiempo responde que lo primero que debemos hacer los analistas es no sólo escuchar al paciente, sino entrar en situación, unirse a él, comprometerse con él.

Aparte de esto, lo primero es formarnos una idea de qué iba a devenir esta persona y qué ha hecho de él su neurosis.   Fromm, opina que nacemos con una personalidad muy definida, que la experiencia puede torcer, así como un manzano que crece bien está destinado a dar buenas manzanas y no peras. 

La neurosis es una deformación particular de cada ser humano, y no como se suele suponer, que todos nacemos poco más o menos iguales y que la neurosis es una deformación del modelo objetivo del hombre, igual para todos.  De esta forma, el bienestar significa para él la restauración de su personalidad específica

Aunque parezca una paradoja, dice Fromm que todos somos iguales y, sin embargo, todos somos perfectamente diferentes. Pero, si creo que por comprender al paciente, su desarrollo hará de él una persona semejante a mí, es que ¡NO HE COMPRENDIDO NADA¡

Con otras palabras, debemos tener un cuadro de él, y este cuadro de él tiene que basarse en una teoría.  Estoy defendiendo, dice Fromm que deben tener ustedes un cuadro de referencia y ni crean que pueden comprender de veras profundamente a nadie si no es sobre la base de un modelo del hombre, sea freudiano u otro.

En tercer lugar, trataremos de ver qué probabilidades hay de reforma fundamental.  Esto depende de factores como la vitalidad, su grado de padecimiento, las circunstancias de vida que promovieron, o inhibieron el desarrollo del sujeto, su grado de autenticidad, su nivel de resistencia y sus dotes morales.  Hay sujetos que son menos morales que otros pero no porque sean amorales por naturaleza, sino porque para ser morales, necesitan que las circunstancias les sean más favorables que lo común.  Desde la segunda o tercera sesión, podemos probar el grado de existencia de estas dotes haciendo observaciones que hieran alguna fibra.  Y podemos hacerlo de pasada, para ver cuál es la reacción del paciente.  Si lo hacemos cinco veces, diez veces, durante los cinco primeros meses, podremos formarnos una idea bastante buena de qué probabilidades tendrá el tratamiento psicoanalítico. 

Hay que valorar también qué fuerza tienen sus principales represiones y resistencias, para evaluar la factibilidad de la aplicación del análisis.  Hay un método, que es el de la satisfacción simbólica, pero sólo le es útil al paciente en el sentido de poder continuar viviendo, pero con este método no llegaremos nunca al despertar final del paciente, porque éste no puede pasar de cierto nivel.

El psicoanálisis debe empezar ofreciendo al paciente una estimación sincera y realista.  El psicoanalista debe ser sincero con él porque en caso contrario, no estimulará las energías del paciente que luchan por la salud, al impedirle comprender la gravedad de la situación.

b) Limitaciones de los psicoanalistas

En sus múltiples supervisiones y seminarios de formación, Fromm observó que uno de los principales y más frecuentes fallos de los psicoanalistas jóvenes es que se encuentran asustados del paciente, y con razón, pues es muy poco lo que sabemos. Pero por otro lado captamos la magnitud del problema al que nos enfrentamos.   Estamos asustados y a la defensiva, y esto nos puede llevar a asegurar al paciente que sí podemos ayudarlo.  Fromm no está en contra de darle este aseguramiento, pero dice que debemos ser conscientes de la magnitud de la empresa.  Si somos conscientes de todo esto, nos encontraremos menos asustados, dice.  No tenemos ninguna razón ni motivo para engañar al paciente con un aire y una actitud de que todo es facilísimo, sólo con tal de qué él acuda a consulta. 

En este aspecto, no debemos imitar al médico general.  Nosotros no estamos en la misma situación de un médico, sino en una enteramente distinta, porque en cada caso nos enfrentamos a una enfermedad dificilísima.   A los psicoanalistas, dice nos pasa lo mismo que a los pastores protestantes, tenemos un duda inconfesada, pues Fromm ha descubierto que muchísimos analistas no creen de veras en lo inconsciente, pero tiene que aparentar que creen en su existencia, igual que el pastor tiene que sostener que cree en Dios, so pena de ser echado de la parroquia.   Esto da lugar en ambos de un constante y pasmoso sentimiento de culpabilidad por engañarse a sí mismos, por engañar al paciente y uno se dice “¡Válgame Dios, si yo estoy mucho más enfermo que él y no mejoro nunca”; y además “Eso de lo inconsciente, en realidad, yo no lo he experimentado nunca”.

La verdad es que muchos estudiantes no han conocido a nadie que haya sufrido una reforma definitiva por haber descubierto su inconsciente o por haberse comprendido a sí mismos.  Y hay mucho de engañarse a sí mismos, de sentimientos de culpabilidad, de doblez, y eso no es analizar.   Es importantísimo  que reflexionemos profundamente sobre esto, y quizá algunos decidan mejor dedicarse a otra cosa porque resulta una carga muy pesada de sobrellevar, el pastor predicando a Dios sin creer en Él, y el analista sin creer en todo lo inherente al psicoanálisis.

En resumen, Fromm encuentra muchísima falta de franqueza íntima en estas cuestiones, muchísimas dudas, y toda clase de dobleces, y evasiones.  Lo mejor si no se cree en lo que uno hace, es comprenderlo y resolverlo; aclarándolo y no descartándolo de manera “elegante” diciéndose que es obvio que todos creemos en lo inconsciente.

C) Factores y efectos del proceso terapéutico

Un factor importante lo es la creación de la situación analítica,  lo cual requiere crear un espacio tan limpio como el de una sala de operaciones, una situación en la que no haya vergüenza ni engaño.  No se debe decir una palabra o dirigir una sonrisa que sean corteses, o convencionales, o fingidas.  El paciente, al llegar a consulta, debe sentir que ha entrado en un mundo distinto del habitual.

Ahora bien ¿cómo podemos ayudar al paciente a hacer consciente lo inconsciente?  En primer lugar evitando toda clase de intelectualización.  Algunos con el fin de evitar esto optan por no hablar, y otros hablan tanto como los otros callan, que finalmente sólo sirve al paciente para hacer lo que ha estado haciendo toda la vida: intelectualizar sus problemas en lugar de sentirlos.  La misión del psicoanálisis  es hacer que el paciente sienta algo, no que piense más.  Por tanto, la función del psicoanalista, es desde un principio evitar por su parte todo tipo de apoyo y consuelo, así como la tendencia a intelectualizar y a sustituir con palabras, ideas y conceptos la experiencia.

En segundo lugar, Fromm considera de suma importancia que en general cuando el analista vea algo, lo diga, que diga la verdad con toda claridad, la media verdad no le hace efecto; si uno le dice sólo media verdad pensando que no podría soportar la verdad entera (porque estemos pensando que tal vez no está preparado, cuando en verdad el que no está preparado es el psicoanalista), el paciente ni se inmuta. 

Se comprende que hay situaciones y personas con las que uno ha de sopesar con cuidado sus palabras, en caso de intensa angustia, en estados prepsicóticos.  Si realmente comprendemos algo de lo inconsciente, por decirlo así, hemos de tomar una decisión.   Fromm está convencido de que es eso, al menos, dice, eso es lo que él ve, aunque no sea de sentido común.

Muchos psicoanalistas, continúa diciendo Fromm, tenemos la tendencia a hacernos la vida lo más cómoda posible, y considera como algo muy peligroso, el que no queramos arriesgarnos a expresar un juicio que vaya contra el sentido común, contra lo convencional, y que nos lo callemos porque creamos que podría disgustar al paciente.

Otro aspecto muy importante del psicoanálisis es el romper la resistencia y es una de las cosas que se deben hacer sistemáticamente: cortar una retirada tras otra hasta arrinconar al paciente.  Colocarlo en una situación en la que se encuentre obligado a sentir algo, o interrumpa el tratamiento y no vuelva nunca más.  Pero, dice Fromm, si podemos arrinconar al paciente, es porque nosotros vamos con él, y él lo sabe, él siente de veras la solidez y la realidad de nuestra relación con él.

Pero ¿qué ocurre si el paciente entra en relación con algo que tenía disociado? Fromm cree que a partir de ese momento se tiene una sensación de aumento de vitalidad, de gozo y de alegría, independientemente de si el asunto era de lo más embarazoso o no.  Sencillamente, es que el paciente ha entrado en relación con un fragmento de realidad suya.

Una vez que algo se ha alterado realmente, hay un incremento de energía, y vemos como una niebla que se va y vuelve; pero tres días después hay niebla otra vez, y tenemos que volver a abrirnos camino, es decir tenemos que volver a combatir la resistencia.   Este trabajo se llama elaboración y toma su tiempo.  De todos modos, dice Fromm, el síntoma de un descubrimiento analítico no es un síntoma intelectual.  Pero si se marcha con un sentimiento de regocijo, de aumento de la vitalidad, y nos deja a nosotros (los analistas) ese mismo sentimiento, sabremos que verdaderamente se ha hecho algo analítico.

Sólo hay un criterio para saber si una consulta ha sido satisfactoria o no, este es es si la consulta ha resultado interesante para el paciente y para nosotros.  Y Fromm concluye diciendo que muchos años antes de que el presente ensayo hubiera sido escrito, la mayor excepción fue que él se aburriera, aunque hubiera estado cansado.  Y resume que lo mismo es de malo si el paciente se aburre, ya que no se pueden separar las dos cosas: si el paciente se aburre, nosotros nos aburrimos y viceversa.