viernes, 30 de marzo de 2012

Mi vida en rosa Dirigida por Alain Berliner



Dirigida por Alain Berliner



Qué pasó con la otra X de ludovic? Un error genético piensa… La realidad y la imaginación, la fantasía como mecanismo de defensa ante las reglas y roles socio-culturales, la capacidad de adaptación ante devastadoras circunstancias que pueden presentarse en el seno de una familia convencional. Es lo que hemos encontrado en esta película.
 Ludovic un niño de siete años, sensible, lleno de vitalidad,  se encuentra en una de las etapas más importantes de la infancia, en donde empieza a dibujarse la identidad sexual. Comienza a sentir que existe la posibilidad de tener un sexo que no es el propio,  se siente extraño, algo dentro de sí mismo le dice que pronto será niña. Se refugia en una serie de fantasías utilizando eventos de la realidad para confirmar su creencia.  De hecho Ludovic podría ser una niña como cualquiera... si no fuera porque nació varón… pero “varón-niña” es como él mismo se define, le gusta vestirse de princesa, utiliza los cosméticos de su hermana, sueña con el príncipe azul y con Pam una especie de Ada madrina que le ha brindado refugio en la fantasía.
Vive en un barrio de clase media, junto a sus padres, tres hermanos y su abuela que los visita con regularidad.  Con ellos forma la más "normal" de las familias. Sin embargo, Ludovic es diferente, se siente diferente. Y con toda la lógica que tiene a su edad, no puede entender que los demás  no acepten su condición. La condición de ser una niña atrapada en el cuerpo de un niño.  Los adultos no pueden comprender que más allá de los juegos y sus fantasías Ludovic es un SER y no un trozo de barro al que pueden moldear.
En nuestra sociedad el niño “afeminado”, es objeto de mayor burla que la niña “marimacha”, lo que probablemente refuerce en él la conciencia de ser diferente, lo que lo lleva a la incomprensión y al sufrimiento. El niño afeminado se desprestigia por parecerse al sexo “débil” que al final es el núcleo en donde se siente aceptado, con las niñas… lo que seguramente refuerza su confusión y conciencia de ser “raro”. Este es un fenómeno que va más allá del ambiente familiar, es un fenómeno socio-cultural que tiene implicaciones interesantes: el niño afeminado queda marcado desde la infancia como un “ser aparte” es decir como un ser que no pertenece más que al grupo de los “raros o enfermos”.
Es sabido que en general los padres depositan en sus hijos todas sus expectativas… Azul o rosa?  se preguntan las parejas cuando saben que van a concebir a un hijo. Hay quienes sin saber el sexo de su hijo (a) ya tienen el nombre, la ropa y juguetes para darle la bienvenida a ese ser que aún sin nacer, ya tiene un futuro marcado en la  mente de sus padres. Pero qué es lo que sucede cuando los niños se revelan a estas expectativas? En el caso de mi vida en rosa vemos algo muy característico, los padres se niegan a lo que Ludovic experimenta como una realidad, que nadie quiere tomar en serio. Al inicio cuando hace su entrada triunfal en un asado en donde su familia y vecinos están presentes, vestido con un traje rosa de princesa, zapatillas y maquillaje; el impacto que causa es impresionante, pero al final prefieren pensar que no se trata, más que de una travesura de un niño y que es normal a su edad. Cuando para Ludovic lo único cierto y real es que el tiempo le ayudará a sanar su biología masculina.
Podemos ver también un mecanismo común que sucede en el seno de una familia con un hijo que elige ser diferente, al inicio la madre en este caso Hanna, lo protege y lo defiende con la firme idea de “es algo que en algún momento se le pasará”. En cambio el padre con su ego herido, se aparta y lo rechaza, llegando a mostrarse agresivo. Posteriormente estos papeles son invertidos.
Sin embargo, Ludovic con una gran sensibilidad e inteligencia llega a la conclusión: de que evidentemente hubo un error cometido por la naturaleza y piensa que la X que le correspondía se fue por el cesto de basura, deducción a la que llega cuando su hermana le explica la biología del sexo. Esto se lo comunica con inmediatez a su amigo Jérome, a quien le anuncia que cuando la otra X que le faltó le sea devuelta podrán casarse. Jérome es un niño que vive en una familia tradicional educado bajo normas morales severas, al parecer al inicio no le desagrada del todo la idea, puesto que acepta casarse en juego con Ludovic en el cuarto de su hermana. Sin embargo cuando se percata de que para los demás eso es algo anormal y prohibido rechaza a Ludovic y se convierte también en su verdugo.  
A pesar de ello, Ludovic no desiste, insiste en mostrarse como realmente se siente, y nuevamente aparece en una obra de teatro en donde le arrebata el papel principal a blanca nieves.  Al contrario de lo que esperaba es descubierto por su príncipe, quién se niega tajantemente a besarlo. El público se queda pasmado, no pueden concebir lo que  ven sus ojos, ¡un niño en el lugar de la princesa… qué horror! Al salir de la obra a la familia la ven con una mirada acusadora, como si Ludovic fuera un fenómeno extraño. Es expulsado de la escuela, rechazado por sus padres y  agredido por sus compañeros… todo su mundo parece oscuro. Parece que lo único que le queda es su refugio en la fantasía y la dulzura de su abuela.
Él sigue sin entender y lo único que espera es que suceda algo mágico que lo convierta en una verdadera niña, busca explicaciones…  espera pacientemente la llegada de su regla, como le pasó a su hermana.  De pronto, un cólico por la mañana le anuncia que el milagro ha sucedió, pero al salir lleno de felicidad anunciando la buena nueva a su  madre, lo único que encuentra es nuevamente rechazo y un castigo que le causa un gran dolor, su  madre termina cortándole el cabello, como un acto de castración que le niega a Ludovic la oportunidad de ser él mismo. Este acto de la madre no representa más que la desesperación que le implica la vergüenza de tener un hijo fenómeno, la angustia que siente de no encontrar la respuesta adecuada que le explique: ¿por qué Ludo no es “normal” como otros niños? se siente perturbada ante lo inminente y no lo acepta, ella quiere encajar en su entorno social.
El  padre al mismo tiempo desea además conservar su trabajo, se atormenta también por la realidad que le parece injusta y se siente impotente por no saber qué hacer con la desgracia que aqueja a su familia. Al parecer no les importa a ambos lo que Ludovic siente y ha decidido, lo único que importa es que toda la familia será rechazada y relegada por la sociedad.
Lo que en el fondo pareciera una herida que les impide la pertenencia a un grupo, ya lo decía Fromm en Ética y psicoanálisis “La supervivencia de un grupo depende en cierta medida de que sus miembros consideren la importancia de aquél, tan grande o mayor que la de sus vidas, y además que crean en la rectitud, o aún en la superioridad de su grupo”. Y este sentido de pertenencia y de importancia dentro del grupo ellos la perdieron… han sido excluidos.  Porque al parecer la sociedad en donde se encuentran presupone automáticamente que todo el mundo debería ser heterosexual, y si no es así es un pobre enfermo que  no merece la inclusión al grupo.
Al final los padres de Ludovic deciden irse  del barrio, y lo condenan a vivir una vida que no le pertenece, tratan de cortarle las alas y la única opción que le queda es matar por completo su firme creencia de sentirse y vivirse como niña. Hace un esfuerzo, quiere ser “normal” y ser aceptado… pero esto es inútil su naturaleza es mucho más fuerte que el convencionalismo.  Un día por fin se encuentra con Cristine un niño atrapado en el cuerpo de una niña, que ve en Ludovic un probable amigo, lo invita a su fiesta de cumpleaños, en donde lo obliga a cambiar de traje, ya que con el de princesa no se siente bien, al ver la madre de ludovic que la historia vuelve a repetirse estalla en furia y lo golpea, pero al darse cuenta de que todo había sido idea de Cristine va tras él arrepentida y parece que al final comprende que la situación de ludovic  es así y no puede hacer nada para cambiarla.  
Este final en realidad es poco común en la vida real, y traspasando esta historia a la actualidad y a nuestra cultura, en la clínica nos encontramos con gente que no la han dejado aceptar su situación,  y no son libres de vivirse como tal, hombres y  mujeres que se esconden bajo el rol que les fue asignado desde la niñez, aunque ese no fuera su deseo original. Lo que  los lleva a una profunda depresión, soledad, aislamiento y en el peor de los casos los lleve hasta el suicidio. Una sexualidad mal entendida, distorsionada, es lo que vemos hoy día, provocada por una falta tremenda de educación en la infancia, de aceptación de los padres que son las figuras más importantes para un niño, de una rigidez en la estipulación de los roles de género y de normas sociales inflexibles.
En última instancia, el cómo se atraviesa por el camino de la niñez y la adolescencia es lo que determina  la madurez sexual en el ser humano, por ello nos encontramos con una distorsión de lo que realmente significa la sexualidad y se deja de vivir en plenitud, para vivirla bajo los estatutos esperados.
En realidad qué importa ser homosexual, travesti, transexual, heterosexual, si al final todos  PERSONAS, con los mismos derechos y obligaciones, con virtudes, manías, habilidades o enfermedades, todos con menor o mayor grado de neurosis, todos forman parte de la sociedad. O  quién puede afirmar que el ser heterosexual es sinónimo de salud mental  y todo lo diferente  de enfermedad?  Lo más importante es el respeto y la aceptación por diversidad. Lo demás, neurosis o salud mental, viene en el paquete del ser humanos y se podrá resolver en el diván.  

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