(“Anatomía de la destructividad humana”, Erich
Fromm)
El concepto tradicional
El vocablo “necrofilia”, amor por lo muerto, se ha
aplicado generalmente tan sólo a dos tipos de fenómenos: 1) la necrofilia
sexual, o sea el deseo de un hombre de tener coito o cualquier otro tipo de
contacto sexual con un cadáver de mujer, y 2) la necrofilia no sexual, el deseo
de manejar, de estar cerca o de contemplar los muertos y en particular el deseo
de desmembrarlos. Pero no se ha aplicado esta palabra a una pasión radicada en
el carácter, que es el terreno donde se desarrollan sus más francas y brutales
manifestaciones.
El carácter necrófilo
Éste carácter es una forma extrema donde la
necrofilia es el rasgo dominante. En realidad, la mayoría de las personas son
una mezcla de tendencias necrófilas y biófilas, y el conflicto entre unas y
otras suele ser causa de desarrollo productivo.
La necrofilia en sentido caracterológico puede
describirse como la atracción apasionada
por todo lo muerto, corrompido, pútrido y enfermizo; es la pasión de
transformar lo viviente en algo no vivo, de destruir por destruir, y el interés
exclusivo por todo lo puramente mecánico. Es la pasión de destrozar las
estructuras vivas.
- Sueños necrófilos:
La atracción por lo muerto y pútrido puede
observarse con suma claridad en los sueños de las personas necrófilas.
- Acciones necrófilas “no intencionales”:
Los sueños son una de las expresiones más explícitas
de los anhelos necrófilos, pero de ninguna manera la única. A veces las
tendencias necrófilas pueden expresarse en acciones marginales, no
intencionales. Un comportamiento marginal de los más frecuentes es la costumbre
que tienen algunas personas de romper o mutilar objetos pequeños como los
cerillos o las flores; algunos se lastiman hurgando en las heridas. La
tendencia se manifiesta con mayor energía cuando la gente daña algo bello, como
un edificio, un mueble… y en los casos extremos tasajea un cuadro de museo o se
hiere a sí mismo.
Otra ilustración de comportamiento necrófilo puede
hallarse en las personas (sobre todo estudiantes de medicina y médicos) que se
sienten especialmente atraídas por los esqueletos.
Otra manifestación del carácter necrófilo es la
convicción de que el único modo de resolver un problema o un conflicto es la
fuerza y la violencia.
Una manifestación algo menos drástica de necrofilia
es el interés marcado por todas las formas de enfermedad, así como por la
muerte.
Un rasgo algo menos identificable de la persona
necrófila es el tipo particular de ausencia de la vida que se observa en su
conversación.
Otra dimensión de las reacciones necrófilas es la
actitud respecto del pasado y la propiedad. Para el carácter necrófilo sólo el
pasado es una experiencia muy real, no el presente ni el futuro. Lo que fue, o
sea lo que está muerto, rige su vida: propiedades y posesiones.
Otro aspecto de la necrofilia es su relación con el
color. La persona necrófila en general siente predilección por los colores
oscuros, que absorben la luz, como el negro o el pardo, y le disgustan los
colores radiantes y vivos.
La persona necrófila se caracteriza por una afinidad
especial por los malos olores. Y se manifiesta de dos formas: 1) el goce franco
con los malos olores; y 2) la represión del deseo de aspirar los malos olores
(la forma más frecuente). Su fascinación por tales olores frecuentemente da a
estas personas la apariencia de “olfateadores”.
Otro elemento característico en la expresión facial
es la incapacidad de reír que tiene el necrófilo. Pero, también la piel suele
delatar a los necrófilos: da la impresión de ser inerte, seca, lívida.
- El lenguaje necrófilo:
El lenguaje de la persona necrófila se caracteriza
por el empleo predominante de palabras relacionadas con la destrucción, las
materias fecales y el WC. Si bien la palabra “mierda” es hoy muy empleada, de todos modos no es
difícil discernir aquellas personas para quienes es favorita, mucho más que en
su empleo normal.
- Relación entre necrofilia y culto a la técnica:
Las características más simples y notorias del
hombre industrial contemporáneo son: supresión de su interés focal por la
gente, la naturaleza y las estructuras vivas y creciente atracción hacia los
artefactos mecánicos y sin vida.
Otro ejemplo es la toma de fotografías, que ha
llegado a remplazar el ver. No es lo mismo mirar que ver. Ver es una función
humana, uno de los mayores dones que tiene el hombre; requiere actividad,
receptividad interior, interés, paciencia y concentración.
Otro ejemplo es el que no sabe pasarse sin
mecanismos y artilugios para cualquier cosa, el que se aplica a remplazar toda
aplicación de esfuerzo humano por un artefacto “manual”, “cómodo”, “para
economizar trabajo”.
Es importante señalar que al hablar de este tipo de
comportamiento Fromm se refiere a aquellos individuos en que el interés por los
artefactos ha remplazado el interés por lo vivo y que tratan las cuestiones
técnicas de modo pedante e inanimado.
Fromm se pregunta ¿Es justo que interpretemos el
espíritu de la sociedad “tecno trónica” como necrófilo?
Para responder a esta cuestión es necesario aclarar
la relación entre el carácter anal-acumulativo y la necrofilia.
La necrofilia puede describirse como la forma
maligna del carácter anal.
Este nuevo tipo de hombre no se interesa, después de
todo, en las heces fecales ni en los cadáveres; desvía su interés de la vida,
las personas, la naturaleza, las ideas, es decir, de todo cuanto es vivo;
transforma toda la vida en cosa, incluso él mismo y las manifestaciones de sus
facultades humanas de razonar, ver, oír, gustar, amar. La sexualidad se
convierte en destreza técnica (“la máquina de amar”); y el amor o la ternura
que tenga el hombre se dirigen hacia las máquinas y los accesorios.
El mundo de la vida se ha convertido en mundo de “no
vida”; las personas son ya “no personas”, un mundo de muerte. La muerte ya no
se expresa simbólicamente por heces ni cadáveres malolientes. Sus símbolos son
ahora máquinas limpias y brillantes.
Hay otra relación que surge cuando consideramos el
carácter del hombre cibernético, totalmente enajenado: sus aspectos esquizoides
o esquizofrénicos. Porque el rasgo más notorio es la escisión entre
pensamiento, afecto y voluntad. El hombre cibernético es de orientación casi
exclusivamente cerebral: es un hombre monocerebral. Su modo de ver el mundo
entero en torno suyo –y de verse a sí mismo- es intelectual; quiere saber lo
que son las cosas, cómo funcionan y cómo pueden construirse o manipularse.
Hipótesis sobre el incesto y el complejo de Edipo
Para Fromm el ambiente familiar muy mortecino y
necrófilo suele ser un factor que contribuye a la formación de la necrofilia.
Por lo que presenta una hipótesis acerca de lo que pueden ser las raíces más
tempranas de la necrofilia: el fenómeno del incesto, conocido por el concepto
freudiano del complejo de Edipo.
Dice Fromm que el aspecto sexual de la atracción
hacia la madre es en sí un signo positivo. Demuestra que la madre se ha hecho
persona, mujer, y que el niño es ya un hombrecito. La intensidad particular de
la atracción sexual que se advierte en algunos casos puede considerarse defensa
contra una dependencia pasiva más infantil. En aquellas situaciones en que el
lazo incestuoso con la madre no se resuelve aproximadamente por la época de la
pubertad y dura toda la vida nos hallamos ante un fenómeno neurótico; el varón
seguirá dependiente de la madre o de sus sustitutas, temeroso de las mujeres y
más niño de lo que es bueno para cualquier adulto.
Este vínculo ardiente, de tinte erótico y con
frecuencia sexual, con la madre es lo que tenía presente Freud cuando describió
el complejo de Edipo. Este tipo de fijación incestuosa es muy frecuente, pero
hay otro, mucho menos frecuente, que tiene aspectos muy diferentes y podría
llamarse maligno. En la hipótesis de Fromm, es este tipo de fijación incestuosa
el que está relacionado con la necrofilia, y de hecho puede considerársele una
de sus raíces más tempranas.
Por lo que puede decirse que el incesto benigno es
en sí una fase normal y transitoria del desarrollo, mientras que el incesto
maligno es un fenómeno patológico que se presenta cuando ciertas condiciones
inhiben la formación de lazos incestuosos benignos.
Esta atracción incestuosa por la muerte, cuando
existe es una pasión en conflicto con todos los demás impulsos que combaten a
favor de la conservación de la vida. De ahí que opere en las tinieblas y por lo
general sea enteramente inconsciente. La persona que tiene esa tendencia
incestuosa maligna intentará relacionarse con la gente mediante vínculos menos
destructivos, como el dominio sádico sobre los demás o la satisfacción del
narcisismo conquistando una admiración ilimitada. Si su vida le proporciona
soluciones relativamente satisfactorias como el éxito en el trabajo, el
prestigio, etc., la destructividad tal vez no se manifieste nunca francamente
de ningún modo grave. Pero si tiene fracasos, las tendencias malignas pasarán
al primer plano y la dirección suprema será para el ansia de destruir – así
mismo y a los demás.
La relación de los instintos freudianos de vida y
muerte con la biofilia y la necrofilia
El instinto de vida (Eros) se esfuerza en combinar
la sustancia orgánica en unidades cada vez mayores, mientras el instinto de
muerte trata de separar y desintegrar la estructura viva. Esta es la relación
del instinto de muerte con la necrofilia. Para aclarar la relación entre
instinto de vida y biofilia es necesario explicar ésta última.
Es la biofilia el amor apasionado por la vida y todo
lo vivo, el deseo de crecimiento o desarrollo en una persona, un vegetal, una
idea o un grupo social. La persona biófila prefiere construir a conservar.
Quiere ser más y no tener más.
La ética biófila tiene sus principios de bien y de
mal. El bien es todo cuanto favorece a la vida y el mal es todo cuanto sirve
para la muerte.
La diferencia entre el concepto freudiano y el que
presenta Fromm no radica en su sustancia sino en el hecho de que en el concepto
freudiano las dos tendencias tienen igual categoría, por ser ambas
biológicamente dadas. Por otra parte, la biofilia se entiende relacionada con
un impulso biológico normal mientras que la necrofilia se entiende como un
fenómeno psicopatológico. Es el resultado de la vida no vivida, la consecuencia
de no haber llegado a cierta etapa, más allá del narcisismo y la indiferencia. La destructividad no es paralela a la
biofilia sino su alternativa. El amor a la vida o el amor a la muerte son la
alternativa fundamental que confronta todo ser humano. La necrofilia se
incrementa en la medida en que se trunca el desarrollo de la biofilia. El
hombre está biológicamente dotado para la capacidad de la biofilia, pero
psicológicamente tiene como solución alternativa el potencial para la
necrofilia.
Métodos clínicos y metodológicos
Los métodos que pueden emplearse para descubrir el
carácter necrófilo son:
a) La observación atenta del comportamiento
de una persona, sobre todo inintencional, incluyendo la expresión del rostro,
la elección de las palabras, pero también su filosofía general y las decisiones
más importantes que la persona ha tomado en su vida;
b) El estudio de los sueños, las bromas y
los fantaseos;
c) La evaluación del trato que la persona
aplica a las demás, el efecto que produce en ellas y qué tipo de gente le gusta
o le disgusta;
d) El empleo de tests proyectivos como el
de las manchas de tinta de Rorschach.
hola, estoy haciendo un trabajo y quiero mencionar parte de su publicación.¿esta fue escrita por alguin en particular o fue conclusion llevada a cabo en grupo?
ResponderEliminarespero su respuesta
gracias!
Hola, gracias por tu cometario!
ResponderEliminarPerdona la tardanza. El análisis fue realizado por la Dra. Jenny Hernández.
Saludos