“El psicoanálisis y el hombre en busca de sentido”
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Una reflexión basada en “Cándido” de Voltaire.
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Elizabeth Jenny Hernández Ramírez
Mtra. Psicoanálisis.
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“La
angustia es la disposición fundamental que nos coloca ante la nada”
Heidegger,
M.
Antes de iniciar déjenme compartir con ustedes, un
poco de mi experiencia. Hace ya algunos
años, que transitando los pasillos de la universidad en el campus Alemán, yo
estaba muy segura de que la decisión de estudiar psicología había sido la
“correcta”, y me llamaba mucho la
atención y a veces hasta me resultaba incómodo que en cada inicio de semestre y
cada profesor nuevo preguntara: ¿por qué decidiste estudiar psicología? en ese
momento no sabía exactamente qué me había llevado por ese camino, yo terminaba
contestando lo mismo que mis compañeros; todos de una manera inocente,
respondíamos más o meno así: “para ayudar
a la gente”, sin embargo era una respuesta que no me dejaba satisfecha,
porque sabía que había algo más de fondo que aún no alcanzaba a visualizar y, mucho
después, pude comprender en donde se había originado mi interés por la
psicología y por todo lo que tiene que ver con los procesos mentales. A pesar
de ello es una pregunta que ahora mismo yo no dejo de platearme, pues eso me ha
llevado a reconstruir motivación hacia la psicología que se ha convertido en parte
importante de mi sentido de vida.
Actualmente sigo caminado por este sendero, y quiero
decirles que realmente me he topado con grandes obstáculos, que al final se han
convertido en grandes retos para mi, y han hecho, que la experiencia que he
tenido como psicóloga y como psicoanalista se torne cada vez más interesante,
pues me lleva a replantear una y otra vez mi trabajo dentro de la clínica, y
conforme pasa el tiempo, me doy cuenta de lo mucho que me queda por investigar
en este camino que nunca se acaba, y que es: “el conocimiento del otro”.
Ahora bien, en primer lugar quiero decirles (y no
sé si voy a decepcionar a algunos), pero el día de hoy no vengo a hablar de
grandes descubrimientos, o de una técnica innovadora, que se haya encontrado en
psicoanálisis para ayudar a las personas
a encontrar “el sentido de la vida”, puesto que ese es el tema que nos ha
reunido el día de hoy. Más bien, lo que vengo a hacer el día de hoy es
compartir con ustedes algunas reflexiones, que los incite al análisis a cerca
de dos tipos de pensamiento que se tienen frente a la vida y estos son:
·
El
pensamiento positivo (optimista)
·
El
pensamiento negativo (pesimista)
Cuantas veces no hemos escuchado de otros, qué
sentido tiene hacer, estar, ser, si al final todo acaba en la nada o en la
muerte… ¿cuántas veces nosotros mismos no hemos sido víctimas de esas preguntas?
¿Qué le podemos decir a un paciente que expresa, que no le encuentra el sentido
a su propia vida?
A través de la historia el hombre ha creado ideologías,
religiones, instituciones para generar apegos.
Heidegger las llama “cosas mundanas”
que distraen al hombre de preguntas esenciales a cerca del ser.
En estos tiempos, para muchos el sentido de la vida, lo encuentran en el capitalismo, el deseo
de “poder”, de “tener” y “poseer”, los lleva a sumergirse en un mercado de
personalidades, en donde se intenta vender la propia persona como un material
de producción.
Este mundo que pareciera encaminar al vacío
existencial, a la superficialidad, paradójicamente está motivando a muchos a
buscar respuestas profundas que expliquen su vida. Eso me hace pensar que en la
esencia del hombre, se encuentran cuestionamientos que la consciencia no
alcanza a comprender, como: ¿quién soy?
¿a dónde voy? ¿qué quiero? Etc.
A través de la historia, podemos encontrar que
muchos han tratado de dar respuesta a esas preguntas, podemos leer relatos de
cómo los filósofos y sabios, se reunían
afablemente para poder disertar a cerca de las cuestiones del ser. Permanecían
completamente despreocupados de las cosas mundanas, se ocupaban de sus
pensamientos, y se interesaban por la esencia ontológica de diversas ideas.
Pero
¿qué es lo que pasa ahora? En la
actualidad, las personas que tienen la sensibilidad para hacer frente a esos
cuestionamientos, tienen tan poco espacio en el mundo, en ocasiones se les
tacha de “locos”, rebeldes, que merecen estar internados en un hospital
psiquiátrico.
Lo
que más predomina ahora son exigencias para “tener” que es la base del sistema
capitalista, el hombre se preocupa y trabaja para los fines materiales y trata de
reprimir en lo más profundo del inconsciente las necesidades del “ser”.
No
obstante, cuando vienen a la consciencia
tales necesidades y al enfrentarse a las preguntas sin respuesta del mundo interno, estos sujetos se pierden
en un mundo de contradicciones, que deja huella y esta es: el sentimiento de “sin sentido”.
En
la consulta de todos los días, veo frente a mí a personas con diferentes
padecimientos: ansiedad, depresión, trastornos bipolares, esquizoides, límites,
narcisistas, etc. Pero muchas veces me he preguntado ¿de qué sirve encuadrarlos
con el nombre de una enfermedad mental? Si en realidad, los nombres que se
utilicen para etiquetarlos en el expediente, son sólo aproximaciones nimias de
lo que representa cada individuo en el setting analítico.
Por
lo que prefiero escribir los diagnósticos en el expediente como una más de mis
anotaciones, para después hacerlos a un lado… “Hay que aprender bien la teoría, para después olvidarla” (E. Fromm).
Lo
que realmente atrapa mi atención, es que detrás de cada uno de los casos, predomina de alguna
u otra forma, la pregunta sobre “el sentido de la vida o el vacío existencial”.
Es por eso, que hoy lo que pretendo es invitar al
análisis y dejar puestas sobre la mesa dos posturas que en psicología han
llevado a generar teorías enfocadas ayudar a las personas a encontrar su "sentido
de la vida”.
Veamos ahora ¿qué significa el sentido de vida? Es
una respuesta que para cada individuo es diferente, pues para algunos el
sentido de vida lo pueden encontrar en (ver diapositiva):
·
La familia
·
Pareja
·
Hijos
·
Vínculos
afectivos
·
Desarrollo
académico
·
Desarrollo
laboral
·
Desarrollo de
intereses personales
·
Búsqueda de
aceptación social
·
Éxito
·
Amor, etc.
El sentido de vida, es una búsqueda que se anuncia
inalcanzable, pues a pesar de mantener cierto “equilibrio” en estas áreas, el
hombre se sigue cuestionando a cerca del sentido de su existencia en el mundo.
Para iniciar, quiero hablarles primero de un
personaje muy famoso de la literatura llamado: “Cándido” (Voltaire, 1759), este personaje y su historia nos llevan al
análisis precisamente de las dos posturas que pretendo analizar el día de hoy:
el “pensamiento positivo (optimista), y también al del “pensamiento negativo o
pesimista”.
“Cándido o el optimismo” es una novela, que surge como una respuesta
de Voltaire al argumento de Leibniz, quien afirmaba que: al ser la divina providencia
omnisciente y omnipotente, se deduce por lógica o al menos se supone, que habrá
creado “el mejor de los mundos posibles”.
(Discurso de metafísica, 1686).
Voltaire tiene dificultades para aceptar que lo que
le rodea, puede ser el mejor de los
mundos posibles. Por ello responde con “Cándido” a la crueldad humana
que lo circunda. Con esta novela se
rebela contra el optimismo, contra la perspectiva positiva, se opone al destino
a la intervención permanente de la “divina providencia” y reconoce la
existencia del mal, lo percibe y considera que la razón no sólo es suficiente
para explicarlo sino también parta suprimirlo, si no se usa correctamente.
Trata de explicar los errores de la razón cuando esta se olvida de la realidad.
Quiero decirles y para que no se desalienten, que
no es necesario tener el conocimiento previo de esta historia, ya que trataré
de darles un amplio panorama de quién es Cándido y los personajes que influyeron
de manera determinante en su vida y formación.
Cándido.- hace alusión a su nombre que quiere decir
“sencillo, sin malicia ni doblez. Es entonces, un ser ingenuo, de naturaleza
apacible, de juicio bastante recto y espíritu muy simple, de pensamiento honrado, guiado por un buen
corazón, optimista pues no puede ser de otra manera, tenía la convicción de que
“este es el mejor de los mundos posibles”.
Creencia que hizo propia gracias a las enseñanzas del Dr. Pangloss.
Pangloss.- un
sabio filósofo, preceptor
de Cándido, Cunegunda y su hermano (hijos del barón, dueño del castillo en
donde vive y posteriormente es desterrado), les da a conocer, las leyes que
guían el universo y la vida.
Cándido al opinar de su profesor dice lo siguiente:
"probaba de modo admirable que no hay efecto sin causa, y que en este
mundo, el mejor que se puede imaginar, el castillo del señor barón era el más
hermoso de todos, y la baronesa, la mejor baronesa de cuantas existían".
En palabras de Pangloss: "Está demostrado -
decía-, que las cosas no pueden ser de otra manera a como son, pues estando
todo hecho para un fin, todo es necesariamente para el mejor fin, por
consiguiente, los que afirman que todo está bien, han afirmado una necedad,
pues debieron decir que todo está lo mejor posible".
Ante la desgracia, que no muy tarde cayó sobre
Pangloss y todos los habitantes del castillo, con su bondad, extrae las
consecuencias positivas, aplicando como nadie el refrán que todos conocemos: "No hay mal que por bien no
venga", así cuando Cándido encuentra a su maestro transformado en
pordiosero y con la sífilis, este le expresa los beneficios relacionados con la
enfermedad que contrajo.
Conegunda, es la amada de Cándido, hija del barón,
es una muchacha inocente de la que Cándido se enamora apasionadamente. A lo
largo de la obra, Cándido no olvida entre todas las calamidades vividas su amor
por ella, con quien desea fundir su destino; pues representa la razón de su
deseo, de su búsqueda, el fin de su aventura.
El primero de los acontecimientos importantes de la
novela, inicia por la acción seductora de Cunegunda -a la que Cándido se rinde
en un beso- provoca que sea arrojado
fuera del paraíso del castillo donde vivía Cándido en el primer capítulo del
libro (al igual que ocurre en el pecado original con Adán y Eva). Ella adopta
un papel pasivo desde entonces, y es Cándido quien le concede el valor de su
amor, la motivación por alcanzar el objetivo final; Cándido logra olvidarse de
todo, cuando piensa en Cunegunda que es el objeto de sus deseos.
Dentro
de los personajes que conoce Cándido se encuentra Martín: un maniquéo pesimista.
Martín,
es la cruz del optimismo,
la oposición al pensamiento panglossiano, y no considera que este sea el mejor
de los mundos posibles, pero tampoco piensa que sea el peor, es como es, le
gustaría que no fuera así, pero así es.
Considera un mundo lleno de dolor, de daño, de
muerte, de lucha, la vida es difícil, y lograr un cambio es prácticamente
imposible. Es un maniqueo que considera que el mal existe por sí mismo. El
principio del mundo es el caos y no el orden. Por eso se debe controlar
el mal, porque si no, a la larga se terminará apropiando del mundo.
Cándido recorre la mayor parte del mundo conocido,
civilizado e incivilizado; su aventura transcurre por Europa y América, el
viejo y el nuevo mundo, y concluye en las puertas de Asia, en Constantinopla. Visita
lugares reales e imaginados, entre ellos destaca El Dorado, un valle escondido
entre altas montañas, donde las cosas son diferentes, donde sí se puede ser optimista
porque es posible. Si existe el mejor de los mundos posibles, este es El Dorado,
con sus carneros y sus piedras preciosas, con la feliz despreocupación de sus
gentes, con la superación de las necesidades básicas.
Pero Cándido decide dejar ese lugar, elige marcharse
con algunas riquezas cargadas en carneros rojos, en busca de su amada
Cunegunda. Las riquezas van desapareciendo, poco a poco, quedando sólo con lo que es capaz de
llevar encima, que resulta suficiente para vivir como un aristócrata. El paraíso
se ha perdido para siempre por la búsqueda de su objeto de amor. En todas
partes encuentra maldad, y esta maldad se aprovecha de la inocencia y la buena
voluntad de Cándido, quien en vez de aprender y cambiar, se empecina en
permanecer fiel a las enseñanzas de su maestro Pangloss, aunque esto pueda
costarle la vida.
Cuando por fin se encuentra con su amada Conegunda,
se da cuenta que no es la que recordaba, pues Conegunda ahora se ve cansada,
con arrugas en la cara y fea.
Cándido opta por hacer un sacrificio, decide
casarse con ella a pesar de su estado. Logra comprar una finca, único bien que
le queda para sobrevivir.
En esa finca terminan habitando: Pangloss, Martín,
una vieja que acompañaba a Conegunda, la propia Conegunda y Cándido.
Poco era lo que hacían en ese lugar y después de
años de tedio y aburrimiento, en los que no hacía más que disertar con Pangloss
y con Martín a cerca del estado de su vida. La vieja que acompañaba a Conegunda
los confrontó a la idea de no saber qué era más terrible, si pasar la vida con
todas las desventuras que habían tenido o estar ahí sin hacer nada…
Para Martín era simple pues él estaba convencido de
que el hombre se encontraba mal en todas partes, eso hacía que llevara las
cosas con paciencia. Además de que pensaba que: “el destino del hombre era
vivir en las convulsiones de la angustia o en el letargo del tedio”.
Sin embargo
Cándido no le concedía crédito a las palabras de Martín y Pangloss a pesar de
que en la vida había sufrido los peores infortunios, seguía afirmando la idea
de que todo estaba perfecto, aunque ya no lo creyera así.
Finalmente dos personajes más a aparecen en la
historia, el primero un filósofo que gozaba de fama de ser el mejor de Turquía.
A quien Pangloss le enuncia “maestro, venimos a rogarte que nos digas ¿para qué
fue creado un animal tan extraño como el hombre? Y este le contestó: ¿Qué te
importa? ¿Te servirá de algo saberlo? Negándose a contestarles nada más.
El segundo, un anciano dueño de una finca quien les
hizo saber la importancia del trabajo, pues el trabajo -según éste- libra de tres insufribles
calamidades: el aburrimiento, el vicio y la necesidad.
Martín, Pangloss y Cándido llegaron a la conclusión
de que el trabajo es lo único que hace que la vida sea tolerable.
Hasta aquí tenemos un pequeño panorama de Cándido y
considero que con estos datos es suficiente para generarnos una idea de quiénes
son estos personajes, ¿cuáles son sus motivaciones, sus dudas, hacia dónde va
cada uno y qué es lo que quieren encontrar?
Comencemos hablando de Cándido, él es un chico desterrado
de un castillo, no se sabía nada sobre sus orígenes, pero se tenía la sospecha de
que era hijo de la hermana del barón del castillo. Era solo un chico más que
habitaba ese lugar, muy interesado en las enseñanzas de Pangloss, de quien no
cuestionaba nada, era como una esponja que sólo absorbía el conocimiento de una
forma pasiva.
Tenía un
carácter de tipo receptivo y de naturaleza ingenua. A pesar de que sus
experiencias de vida, lo ponían a prueba en todo momento, parece que él nunca aprendió
ni veía más allá de lo que su percepción alcanzaba.
Enamorado de Conegunda, de su belleza infinita, no
hace más que buscarla, después de haber sido desterrado del palacio. Esa chica,
que podría ser su prima, se convierte en su “sentido de vida”.
En algún momento de la historia se convierte
también en la motivación que lo llevó a matar a dos hombres –un judío y el
inquisidor- (amantes de Conegunda). Esto
es de llamar la atención pues siendo Cándido un dechado de inocencia y sin nada
de malicia, se atreve a cometer uno de los mayores crímenes, que es privar de
la vida a alguien, en nombre del ¿amor? Lo que hace evidente este acto en
realidad, es que, en todo ser humano existe una tendencia a la destrucción.
Pero eso era algo, que la conciencia de Cándido no daba cabida, esa inocencia e
ingenuidad a pesar de todo lo vivido, llega a ser perturbadora a la mirada del
lector.
Lo anterior, da la impresión de que en Cándido
anidaba en su interior, una especie de “inocencia
violenta” término que describe Ch. Bollas (1994), con el que explica que:
la inocencia violenta la encontramos en aquellas personas que no pueden
reconocer en ellos, el mínimo de impulsos agresivos y/o violentos. Estos
sujetos son poseedores de una “no mente”, que no es capaz de conocer sus
propios contenidos, en todo momento miran las cosas de una forma inocente, con
una negativa que desestima todo tipo de ayuda.
“El inocente violento –nos dice Bollas- incita a la
desazón, a la densidad ideativa y a la turbación emocional: es un sí mismo
simple patrocinado por el sí mismo
complejo, sádicamente frío y objetivo, indiferente ante la angustia del otro. El
inocente violento patrocina una confusión afectiva e ideativa en el otro y tras
ello desconoce todo saber al respecto: en esto reside la verdadera violación”. (ejemplo:
Abigail en las brujas de Salem, chica con una gran inocencia; cuando su tío la
cuestiona sobre un vestido tirado en el jardín y de haber visto a una chica
desnuda bailando en el jardín…).
Ahora regresemos a Cándido, podemos ver que en nuestro
personaje, se observa una “renegación” no solo del mal que habita en él mismo,
sino de la realidad que le rodea al igual que Pangloss. Ambos personajes viven
las más crueles torturas e infortunios y aún con todo lo vivido, no pueden
concebir la maldad como algo tácito,
sino quedan aferrados al pensamiento de que todo tiene que pasar, por la
llegada del “bien”.
Un acto que llama la atención, y que es una muestra
más de su inocencia violenta, es que cuando encuentra “el Dorado”, ese lugar
maravilloso que le ofrecía cubrir todas sus necesidades y la oportunidad de una
mejor vida, renuncia a ello, se niega a la ayuda que le podían ofrecer.
Se niega también, a establecer todo tipo de vínculo
profundo, lo que le impide la oportunidad de inventarse nuevamente (ya que es a
través del contacto con el otro, como tenemos la oportunidad de reinventarnos).
Se presenta ante nuestra mirada un sí- mismo simple
que solo vive, más no piensa a cerca de lo que vive. No se cuestiona nada.
Actúa de manera mecánica dando respuesta a las situaciones vividas, pero nada
más.
Siendo fiel a las enseñanzas de Pangloss, quien por
otro lado, denota interés por resolver sus dudas existenciales, como: por qué
fue creado un animal como el hombre en este mundo, discurrir acerca de las causas y los efectos del mejor de los
mundos, del origen del mal, de la naturaleza del alma y de la armonía
preestablecida, etc. Mantiene una postura cerrada ante la vida y sus ideas a
cerca del “mejor de los mundos” llegan al punto del fanatismo.
Ya que como se había dicho antes, para él las “cosas” todas,
tienen un por qué y ese por qué, es el mejor de los motivos, aunque la
situación que viva sea el sufrimiento y el dolor. Esta visión cuasi religiosa,
señala que en el sufrimiento está la llegada
del paraíso.
La postura de Martín, se torna opuesta, pues con todo lo que
ha vivido piensa que se vive en el peor de los mundos, pero al no poder hacer
nada por cambiar las cosas vive con mayor tranquilidad…
Aquí es donde quiero profundizar en estas dos posturas; si
bien en la primera tenemos la ingenuidad del pensamiento positivo y en la otra
tenemos las implicaciones trágicas del pensamiento negativo. Lo importante
ahora, es saber hacia donde o cómo, dirigirnos dentro y fuera del espacio
analítico. Saber de qué lado se está inclinando en la vida, la persona que
tenemos en frente independientemente de
su padecimiento, y plantearnos qué sería lo más recomendable: permitir que un
paciente tenga una postura positiva ante la tragedia; o bien, que vea toda la
oscuridad de la misma y que se permita saber que las cosas pueden venir peores
de lo que ya están.
Para esto consideremos primero hasta donde nos han llevado
ambas posturas. Actualmente hay un
sinfín de teorías que tienen la “buena intención de ayudar a la gente a
encontrar el sentido de vida, dentro de ellas podemos encontrar a las teorías
motivacionales. Como sabemos, estas se orientan hacia
“la búsqueda de producir cambios
en la vida a través de la autoaceptación y renovación de la autoimagen.”
Muestran sus ideas como un camino a la felicidad, pero ¿cuál
es esa felicidad que se plantea? ¿Sobre qué está cimentada? ¿En un estándar que
lleva al éxito? Y ¿qué significado tiene
el éxito, para estas teorías?
Investigando un poco sobre lo que nos aportan, me encontré
con una página curiosa que hablaba sobre la “Teoría del caos”.
Esta es la denominación popular de la rama de las
matemáticas y la física que trata ciertos tipos de comportamientos
impredecibles de los sistemas dinámicos. La idea central de la Teoría del Caos
es simple: en determinados sistemas naturales, pequeños cambios en las
condiciones iniciales conducen a enormes discrepancias en los resultados.
Este principio suele llamarse el "Efecto Mariposa".
Hasta este punto, todos podemos estar de acuerdo con
tal afirmación, sin embargo al continuar leyendo el artículo, la idea que se
proyectaba era que, este “efecto mariposa” el hombre lo puede aplicar a su vida
cotidiana para lograr el “éxito”, pero un éxito como sinónimo de saberse con la
capacidad económica de poseer cosas. Dentro de lo que se postulaba estaba la
idea de que: haciendo cambios simples en
los hábitos y en el trabajo, se puede
lograr una vida “feliz”, es decir con dinero.
Cuando terminé el artículo, pensé en la falta de
profundidad, con la que se estaba utilizando el concepto de “efecto mariposa”,
ya que los cambios simples, no necesariamente nos llevan al éxito –se entienda
como se entienda esta palabra- debido a que, depende mucho de los intereses
individuales.
Lo importante aquí, es cuestionarnos a cerca de: ¿qué
pasa cuando se alienta a una persona, a hacer determinadas acciones para
mejorar su vida? Cuando los resultados que se obtengan, no se pueden garantizar por nadie. ¿Cuál es la lógica que
seguimos para decirle a alguien que todo va a salir bien?
Cuando alguien enferma de gravedad –por ejemplo-
a veces, se hace casi inaceptable decir frases de “aliento” -que por cierto, tanto
nos gustan- como: “no te preocupes, todo va a estar bien, ánimo, al mal tiempo
buena cara”, o la frase favorita de Pangloss y Cándido “no hay mal que por bien
no venga” etc. Estas frases, de fondo proyectan una gran falta de empatía al
sufrimiento del otro, o bien, una negación terrible de la realidad.
Nuestro personaje, que seguía las enseñanzas de
su maestro, en todo momento actuó de acuerdo a lo que deseaba. Pero esto no lo eximió
de todas sus desgracias. En primer lugar se “atrevió” a aceptar el beso de
Conegunda, cosa que lo llevó a sufrir su primer infortunio. Y a pesar de todo
lo ocurrido en su vida seguía creyendo en su “idea de amor eterno” y de que lo
que le pasaba estaba ligado al destino y que alguna recompensa debía tener al
final de tanta pena.
Esto hace evidente, que no siempre podremos
obtener “los mejores resultados”, podemos esforzarnos, dar lo mejor en la
realización de un trabajo y hacer “lo que nos corresponde” o cuando enfermamos
tomar el tratamiento completo etc., pero de lo demás, no tenemos el control. Cuando
una persona se aferra a una idea positiva, como en el caso de Cándido, puede
llegar a sentirse mayormente frustrado, al punto de la depresión y sin
esperanza.
O bien, terminan conformándose con los pobres
resultados que arrojan sus insignificantes acciones, por no haber volteado
hacia otros campos u oportunidades.
Cándido como vimos, al final se conformó con lo
que había. Decide casarse con Conegunda, aferrado a su idea de que así tenía
que acontecer, cuando en realidad, en las condiciones que encuentra a Conegunda
al final son deplorables y no le inspiraba más que una especie de lastima que
se hace implícita en la lectura.
Regresando nuevamente al breve análisis sobre las
teorías motivacionales, como la “teoría del caos” que acabo de describir, puedo
casi asegurar que están hechas para personas que buscan soluciones fáciles y
prácticas a sus problemas, pero que no les interesa profundizar en ellas, sino
que desean encontrar soluciones que vengan de afuera y muestran poco interés
por el cambio.
Por poner un ejemplo, los trabajadores asalariados,
con la idea de que allí tienen todo asegurado, que se encasillan en un lugar o
puesto de trabajo, sin tener la necesidad o deseo de moverse de lugar, de
activar sus mentes hacia la búsqueda de conocimientos diferentes.
Se apegan a ideas falsas como: “la empresa es tu segunda familia”
generando un sentimiento de profundo apego con el lugar donde “trabajan”, al
grado que terminan por olvidar a la que sí lo es. Dentro de este rubro, hay
quienes cumplen con jornadas absurdas de trabajo, y al final, terminan en un
nivel de deshumanización que los hace actuar de manera mecánica y alienada.
Son muchas las ideas que se desprenden de las
teorías motivacionales y muchos los autores que hablan sobre el tema. Sin
embargo quisiera darle cabida al otro tipo pensamiento, el de “Martín” este hombre
posee un tipo de pensamiento “pesimista” que refleja con claridad las ideas de
Voltaire, es decir, que no estamos habitando el mejor de los mundos, sino el de
los “peores” y como nada se puede hacer al respecto se vive con mayor
tranquilidad.
Este es un pensamiento que genera controversia,
pues para el contexto en el que se da la obra, las ideas de este personaje eran
las más acertadas. Ya que era el único que no negaba la realidad cruel que se
estaba desarrollando en la historia, a diferencia de Cándido y Pangloss que le
ponían “al mal tiempo buena cara”. Ambos aceptaban todo, con una “esperanza pasiva” de la que E. Fromm
(1968) dice: No se espera que ocurra nada
en el ahora sino únicamente en el momento siguiente, el día siguiente o el año
venidero, y si es bastante absurdo creer que la esperanza puede realizarse en este mundo, se espera que
ocurra en otro (paraíso).
Es evidente entonces, que Cándido y Pangloss esperan
pasivamente, ya que aceptaban todo como “la fuerza del destino” que en algún
momento los iba a recompensar. Esta mirada al mundo de ambos personajes, que se
torna como fanática en el sentido de que para ellos la idea del “mejor de los
mundos” era casi una verdad absoluta; me hace pensar en lo que Cioran (1949)
hablaba a cerca de este tipo de pensamiento. Pues consideraba que: en sí misma toda idea es neutra o debería
serlo, pero el hombre la anima, proyecta en ella sus llamas y sus demencias;
impura, transformada en creencia, se inserta en el tiempo, adopta figura de
suceso: el paso de la lógica a la epilepsia se ha consumado… así nacen las
ideologías, las doctrinas y las farsas sangrientas.
En esta parte Cioran –desde mi punto de vista-
devela, a la rigidez de pensamiento dentro de cualquier ideología o doctrina,
que ciega al hombre a percibir un mundo de posibilidades, la tendencia del
hombre a pertenecer a un tipo de creencia, pues eso le da una “falsa seguridad”,
cuando no son más que marionetas de unos cuantos con poder. Es como si el
hombre por naturaleza gustara de ser engañado, como si la mentira calmara la
ansiedad ante la realidad, y lo lleva así, a la espera del mañana, porque mañana todo
tendrá respuesta a lo que acontece hoy.
Por otro lado nuevamente Cioran (1949) expresa: me basta escuchar a alguien hablar
sinceramente de ideal, de porvenir, de filosofía, escucharle decir “nosotros”
con una inflexión de seguridad, invocar a los “otros”, sentirse intérprete,
para que lo considere mi enemigo. Veo en él, un tirano fallido, casi un verdugo
tan odioso como los tiranos y los verdugos de gran clase. Es que toda fe ejerce
una forma de terror, tanto más temible cuanto que los “puros” son sus agentes.
Es en esta parte, pareciera que Cioran percibe en
aquellos que creen poseer la verdad, matices de una enfermedad perversa, que
los lleva a crear todos los medios posibles para convencer a los otros y
orientarlos hacia su camino.
Pero hay algo en común, que también es cierto y
que podemos observar en quienes se apegan a estos lideres que promulgan la
verdad, -como en las religiones por citar un ejemplo- es que son de carácter
improductivo (Fromm, 1953) de tipo receptivo, que buscan en el otro soluciones
mágicas a las situaciones de la vida, se crean ídolos y dioses, porque ellos
mismos no son capaces de enfrentar a la realidad. Son demandantes pues en ellos
no existe la posibilidad o la idea de crear, se sienten indefensos ante el
mundo, desamparados y sin salida. Lo que hace que el apego a los grupos,
sectas, o deidades sea de tal fuerza que su esperanza siga siendo pasiva, el “destino”
pues -como lo dice Ciorán- se convierte en su palabra selecta. Pues es su dios quien
se encargará de solucionar su existencia.
Es por ello que esta postura del pensamiento
negativo, no es que ofrezca una solución ante los acaecimientos de la vida,
tampoco da esperanza de nada, es más a la esperanza la repudia.
Más bien lo que propone es una constante
supervisión de sí mismo “quien quiera conocer sus síntomas y su gravedad se
equivocará en ir a buscarlos lejos, que se observe a sí mismo…” nos dice
Cioran. Esto permitirá dejar de caer en la abulia que en sí misma es contagiosa
y atractiva, pues aparta al hombre del reto que le representa vivir.
Lo que se propone se encuentra en el movimiento,
en la acción, en la rebeldía, en el cinismo de hacer lo que nadie más haría. Sacar al “loco” del
escondite en el que se le ha encerrado.
Apelo entonces a un psicoanálisis que no se
encargue de ayudar al otro a que se “adapte” a la realidad de manera alienada,
sino a un psicoanálisis que promueva la rebeldía, que incite al verdadero
cambio, al encuentro con lo que se ha olvidado del sí mismo. Que genere
autocrítica, pero también promueva la creatividad.
Hace unos días en una platica acerca de
Heidegger, el Dr. Jorge Juanes (filósofo y crítico de arte), decía algo que
inmediatamente capturó mi atención y era que desde el punto de vista
fenomenológico, lo que Heidegger planteaba con el ser y el estar ahí, era que el hombre existe por
el simple hecho de estar y de reconocerse en el mundo en cuanto a tal, pero en
su opinión, “la existencia es algo que se decide y que se trabaja, somos lo que
trabajamos para ser, el ser no existe por ser pasivo sino que se conoce por la acción”.
A esto yo agregaría, somos seres en construcción, pero una
construcción que siempre está incompleta, que nunca se acaba, porque cuando
esta construcción termina, nos alcanza de manera inminente la muerte, aunque el
corazón siga latiendo.
En la última parte de la obra de Cándido, el
reconocimiento que Voltaire deja ver, es que sólo el trabajo es lo que hace que
vivir valga la pena. Sin embargo no plantea una idea de trabajo enajenante, ni
de un trabajo que esclavice. Lo que al final se deja ver en la novela es la
propuesta de cultivar de crear lo propio para la sobrevivencia.
Hasta aquí, tenemos una idea aproximada al
pensamiento negativo, que más que encasillar esta postura en “pesimista”, lo
que permite es abrirse a la oportunidad de reconocer el panorama completo de la
realidad, aunque ésta sea diferente para cada persona, es ver desde qué punto
se va a partir.
El día de hoy no pretendo clasificar a estas
reflexiones como puramente existencialistas, ni psicoanalíticas, sino, son
reflexiones que invitan a la apertura de pensamiento, invitan a no casarnos con
ninguna idea de lo que “se es” en el mundo, el decir “soy psicólog@”,
psicoanalista, filósofo, médico, etc. ¿En qué nos define realmente? Lo
importante es dar oportunidad de encuentro, no a la fusión, pero sí a la
asimilación de qué se plantea en un marco de acción y qué se puede plantear en
otro.
Todo con la intención de que como seres humanos y
en el espacio analítico, podamos tener la posibilidad de ser creativos, o como
lo decía un filósofo amigo G. Algarra (2012) de “atrevernos al eclecticismo”, de
tal forma que podamos brindar a la persona que tenemos enfrente ese holding que
no solo sea un continente, sino que se convierta en un espacio de creación de
ideas, un espacio productivo de trabajo, en donde no se fomente la idealización,
ni la dependencia al terapeuta, sino la
igualdad de pensamiento y posibilidad de encuentro con lo que se ha perdido.
Ya que en muchos casos, se pretende que el
espacio analítico sea como “el Dorado” este lugar al que Cándido llega y en
donde todo es equilibrio, pues se han sobrepasado a las necesidades básicas,
analizando esta perspectiva podríamos equiparar la ideología de este pueblo a la representación mágica de lo que se
llama en psicoanálisis un “pecho bueno” (nutricio) que brinda, que es cálido,
en el que no se haya nada de maldad. Esto puede ser peligroso, pues también
sería sinónimo de estancamiento, inmovilidad, de muerte, una parálisis de
pensamiento que no crea porque todo se le está dando.
Para generar se debe tener deseo, y sentir
frustración, esto nos abre la
oportunidad de la búsqueda constante.
Para concluir quisiera dejarlos con esta frase de
Cioran: existir es sacar provecho de
nuestra parte de irrealidad, es vibrar al contacto con el vacío que está en
nosotros. El fantoche por su parte, permanece insensible al suyo, lo abandona,
lo deja caer…
Permitámonos pues la caída al vacío, y
acompañemos al otro en el transcurso.
Bibliografía:
- Arouet,
Francois Marie (1962) “Cándido o el optimismo”. México: Colofón.
- Christopher,
Bollas (1994) “Ser un personaje”. Argentina: Amorrortu.
- Cioran,
M.E. (1949) “Adiós a la filosofía y otros textos”. Madrid: Alianza
Editorial.
- Heidegger,
Martin. (1927) “El ser y el tiempo”. México: Fondo de cultura económica.
- Fromm,
Erich (1968) “La revolución de la esperanza”. México: Fondo de cultura
económica.
- http://www.semana.com/vida-moderna/piense-negativo/183808-3.aspx
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